MOTIVO
Espacio dedicado a toda clase de comentario libre y espontáneo, despojado de intereses de cualquier tipo (y mujer)
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La vida, naturalmente, es hermosa. La vida, por momentos, también es trágica. La vida es un segundo, un suspiro y a veces, en medio de tanto caos social, económico y político, olvidamos cuánto vale. Valorar la vida es reconocer que, a pesar del sufrimiento, la injusticia y las pérdidas que nos atraviesan, cada instante tiene un significado profundo. Estar vivos es entender que no solo es respirar; es tener la posibilidad de amar, luchar, resistir y reconstruirnos. Es elegir mirar con gratitud lo que permanece en todos nosotros, aun cuando todo parece derrumbarse: un abrazo, una palabra, un gesto, una llamada. Valorar la vida es defender la dignidad propia y ajena, incluso en épocas oscuras, cuando un gobierno desprecia la empatía y convierte la existencia en un desafío cotidiano. Es cuidar a quienes amamos y no callarnos frente al dolor colectivo, porque seguir vivos y activos, también, es una forma de protesta, de memoria y de esperanza. En tiempos como estos, donde se desmantela, la cultura, la salud, la educación, el cuidado y la sensibilidad, vivir con memoria y esperanza, en definitiva, es un acto de resistencia. Vivir no es solo existir o aguantar, sino involucrarse con el alma en lo que nos rodea, es no resignarse al silencio impuesto por el dolor o la injusticia. Es seguir creando, expresando, amando, aunque el contexto parezca desolador. Estar vivos es decir “acá estoy” con la voz que uno tenga, sea con una canción, una mirada, un grito, una caricia, una reacción o un beso. (Gracias, Anabella García por la foto)

Sentirse angustiado, triste o aturdido en un contexto social y económico como el actual no es un signo de debilidad, sino de sensibilidad, de empatía, de estar despierto. Sentir lo que muchos no se permiten expresar, es tomar conciencia y, a pesar de todo, seguir para adelante sin perder la confianza en sí mismo y en el núcleo de personas que coinciden con uno. También, es una forma de no entregarse al desánimo, aunque la desprotección en salud, educación, trabajo, seguridad y derechos básicos, sea brutal, violenta y cruel. Nada se puede cambiar por completo de un día para el otro; lo importante es recuperar la fe en lo comunitario, en lo solidario y en lo operativo. La unión hace la fuerza, dice la popular frase. Hacerle frente a los hipócritas y desvergonzados, es una manera de defender, no solo nuestras ideas, sino también, nuestra dignidad. Nada es fácil, mucho menos cuando un sector de la población pareciera empecinado en dejarse llevar por el odio y el resentimiento, o lo que es mucho peor, por la negación y el desconocimiento. La realidad es una sola y no se puede dibujar, aunque algunos quieran aparentar otra cosa. Si no nos comprometemos como pueblo, estaremos destinados a ser viles esclavos de los que manejan el poder y el dinero, solo a su conveniencia. Defenderse de las agresiones, es en parte, proteger a quienes velan por la salud común; la física y la mental y, por qué no, también, la ambiental. Nuestro futuro es el que está en juego.