MOTIVO

Espacio dedicado a toda clase de comentario libre y espontáneo, despojado de intereses de cualquier tipo (y mujer)

domingo, 13 de abril de 2025

LO ÚLTIMO QUE SE PIERDE...

Esta época de vorágine extrema en muchos aspectos, donde todo transcurre velozmente y nada tiene un tiempo para el análisis sereno, ni interpretaciones apacibles, uno trata de adaptarse y navegar de la forma más sosegada para no caer en la maquinaria intrépida en la que nos van arriando como parte de un colectivo dominado por la insensatez, el disparate, la imprudencia y el absurdo. Formo parte del ámbito artístico desde hace cuatro décadas y he pasado por casi todos los estados que mi profesión detenta; desde la temprana irrupción triunfante con ventas discográficas masivas en buena parte de Latinoamérica, recitales colmados de enfervorizadas jovencitas y muchachos empáticos que me brindaban su afecto y cariño, pasando por la fuerte exposición mediática que, muchas veces, el éxito genera, provocando la popularidad trascendental que se fantasea con alcanzar cuando uno inicia el sendero a recorrer; hasta épocas de extrema quietud profesional, bajo perfil y ostracismo categórico, donde la calma es la mejor aliada para darse cuenta que la vida nos brinda esos vaivenes como prueba de fuerza, temple y vigor. Sé que escribir textos extensos, hoy, es para un grupo selecto destacado y que un gran porcentaje de navegantes cibernéticos prefieren la inmediatez y lo acotado, pero para compartir una idea cabal de lo que se quiere expresar, a veces, requiere de un desarrollo un poco más extenso que ciento cuarenta caracteres. Cualquier concepto requiere un correlato y una explicación correspondientes para dejar la idea asentada en forma concreta. Iba a hablar de las vicisitudes que cada época nos impone, y digo, iba, porque mientras voy escribiendo, me doy cuenta que es una contradicción extenderme en el pensamiento, ya que la actualidad nos arrastra a la celeridad y premura de cualquier consideración. Me contradigo, sí, pero intento acoplarme a las reglas impuestas de la era; no seré extenso, aunque el texto ya lo sea, y lo dejo para otro momento y otro espacio. A pesar de querer compartir mis sentimientos por la triste realidad social y económica que vivimos los argentinos, retrocedo en mi idea y llego hasta aquí, sin dejar de mencionar que me produce pena, frustración y desilusión ver cómo una gran mayoría de la población se encuentra adormecida, aletargada y entumecida, sin reacción, ante el atropello feroz que sufrimos como sociedad. Cierro diciendo que, muchas veces, me pregunto si todo tiempo pasado fue mejor y a pesar de no tener una respuesta precisa, creo que pensarlo (por momentos) es una forma de contrarrestar las emociones negativas de la actualidad y los sentimientos de vulnerabilidad que la realidad nos presenta. Lo último que hay que perder es la fe y la confianza en cualquier ocasión de la vida, inclusive en las que uno no vislumbre un horizonte fulgurante en lo inmediato, ni a mediano plazo.