Los que dicen que la muerte de un padre o una madre “Es la ley de la vida”, lo repiten por rutina, costumbre o automaticidad. Por más naturalización que se le quiera implementar, la muerte es muerte, y si bien, es el final que a todos nos espera, es aborrecible y cruel, siempre, por más que sepamos las generalidades de la ley. El dolor, aunque lo procesemos y encausemos, queda incrustado dentro nuestro, irremediablemente, pero a pesar de todo, elijo quedarme con la felicidad compartida y el amor que nuestra viejita nos dio a mi hermano y a mí, eternamente. 

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