MOTIVO

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miércoles, 7 de mayo de 2025

PARECIERA SER...

Pareciera ser que la muerte ya no duele lo suficiente. Hay algo profundamente inquietante en la forma en que hoy se transita (y se olvida) la muerte. Antes, la pérdida de alguien querido era una pausa inevitable en el tiempo. El duelo era un proceso íntimo, respetado y colectivo. Hoy, en cambio, parece que la muerte ha sido reducida a un posteo, un mensaje con una foto nostálgica, unas palabras emotivas en redes sociales que duran lo que tarda en llegar el próximo contenido. Vivimos con tanta urgencia, tan atrapados en la velocidad de lo cotidiano, que incluso la desaparición de una persona amada parece no tener espacio suficiente para doler. La tristeza se procesa en silencio y se disuelve rápido, como si no hubiera permiso para detenerse a sentirla. Es como si el mundo dijera: “ya lloraste, ahora seguí”. Esa fugacidad con la que hoy se transita el adiós es dolorosa; no solo para quienes se quedan, sino también por lo que dice de nosotros como sociedad. ¿Dónde quedan los recuerdos verdaderos, los abrazos, las historias que deberían permanecer latentes, una y otra vez, para que no mueran, también, con quien se fue?
Cuando alguien fallece es 'trending topic' por un par de días en el círculo íntimo de nuestras redes o si es alguien popular, repercute en portales y medios periodísticos. Se desempolvan fotos, se escriben anécdotas, se hacen homenajes sentidos, pero breves, muy breves. Y después, el algoritmo sigue su curso. La vida sigue como si nada hubiera ocurrido. ¿Vivimos demasiado rápido o estamos perdiendo emoción y sensibilidad? No sé... Seguramente, esta reflexión no cambie nada, pero me duele pensar que el olvido nos alcanza tan fácilmente. Que nuestra partida se vuelva un contenido más, un recuerdo entre tantos, un suspiro corto en medio de la vorágine cotidiana. Tal vez, al menos, nos quede el intento de resistir esa prisa, de llorar con tiempo, sin dramatismo, pero con tiempo, de honrar en silencio, de no olvidar tan rápido.

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