Para todo en la vida, hay que utilizar el sentido común, el análisis de las cosas y la lógica. Cuando nada de esto se emplea, no hay espacio para el diálogo, el debate, ni el intercambio de ideas. No existe posibilidad alguna de encontrar un entendimiento, ni una conclusión criteriosa. Es inútil intentar convencer a quien no quiere escuchar nada. No hay peor combinación que la necedad sumado al odio, es una composición fatídica para cualquier tentativa de acuerdo o conciliación. En Argentina, como en algunos otros países, un segmento de gente está negada a cualquier planteo que no parta de su identificación sectaria y es casi absurdo, además de desgastante, aspirar a una contemporización. No hay forma de entablar un vínculo. No hay que insistir más. Si para algunos hay algo más importante que la vida humana, allá ellos con sus creencias despreciables, para mí, no existe otra cosa más fundamental que preservar la salud. En el lapso de dos meses, tuve pérdidas familiares muy dolorosas, muchísima gente querida que también perdió la vida y no quiero que le pase algo malo a ninguno más de mis seres queridos y conocidos cercanos, ni a ninguna persona de bien. Ni Rodríguez Larreta, ni Macri, ni Bullrich, ni Vidal, ni ninguno de los que generan este clima de mierda en el país van a hacerse cargo si mi hermano, mi sobrina, mis amigos, mis hijos o yo, nos morimos. Así que no hostiguen más y acaten las órdenes de quien hoy dirige al país, preservando y previniendo una catástrofe aún mayor de lo que estamos padeciendo. 60.000 muertos no es un número menor, y seguramente, habrá muchos más, pero hasta que todos nos podamos vacunar, la única herramienta que tenemos es el cuidado personal. Esto no es jugar al Tutti Frutti, es darse cuenta que la gente se muere en serio. Y aunque no es mi estilo insultar a nadie, les digo: No rompan más las pelotas con su politiquería y miserabilidades. No jodan más.
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