MOTIVO

Espacio dedicado a toda clase de comentario libre y espontáneo, despojado de intereses de cualquier tipo (y mujer)

viernes, 19 de junio de 2009

TODO TIEMPO PASADO ¿FUE MEJOR?


Son tiempos de escasas novedades musicales, demasiados tributos al pasado y promocionados regresos de bandas emblemáticas. La industria de la música vive un momento de profunda incertidumbre creativa que pone en evidencia un estigma recurrente que tiende a reflexionar sobre la importancia del talento y la creatividad artística de otras épocas sobre las actuales. El público se adapta a las circunstancias de pocos talentos presentes y mucho reciclaje de lo ya creado y se deja llevar por las corrientes que el medio le propone, bajo una resignada adaptación de críticos y especialistas.

La aparición de la tecnología en el siglo XX, fue el factor determinante para que la difusión masiva de la música se transformara en el eje mundial de los ruidos. La realización ejecutiva de las creaciones artísticas, volcadas en grabaciones experimentales en un comienzo, perfeccionadas progresivamente con el correr de los años y logrando un nivel de calidad extraordinario en la actualidad, hicieron que la radio en una primera etapa, los equipos de audio, después y la televisión más tarde, permitieran el acceso masivo a los innumerables sonidos creados bajo la bandera del arte musical.

Las distintas danzas se transformaron en protagonistas absolutos de las relaciones humanas y sirvieron para que millones de personas se interrelacionaran por medio de cadencias y movimientos inspirados por esas diversas melodías que golpean almas, mentes y corazones, provocando infinitas sensaciones emocionales que no se pueden explicar con palabras, justamente porque la música contiene esa magia especial de transmitir sentimientos que logran transportarnos en el tiempo, produciendo huellas espirituales intraducibles. Cuando niño, mi padre siempre me repetía una frase que hoy yo le traspaso a mis hijos: "la experiencia no es transferible" y es muy cierto; por más que uno se desviva en querer volcar las vivencias propias en otros, es imposible que ese otro las aprenda sino las sufre en carne propia y la música logra a la perfección la esencia de esa expresión, solo el que la vive, en distintas circunstancias y momentos, sabe lo que le produce internamente.

La necesidad de creación y recreación sobre esa enorme cantidad de expresiones musicales existentes, hace que la renovación haya sido una constante en la búsqueda de nuevos sonidos y lenguajes rítmicos durante gran parte del siglo pasado, pero a partir de los inicios de la nueva era, pareciera que un pozo gigante de vacío creativo haya absorbido a gran parte del ámbito musical y el talento quedara adormecido entre lo que fue y lo que es. Las nuevas búsquedas siempre son bienvenidas y mucho más en un clima tan amplio como el de la música, pero esos caminos investigativos sobre nuevas variantes y alternativas, se vieron empantanados por una corriente moderna, que hizo hincapié en modificar esencias por creencias y comenzó a mencionar, como ejemplo simbólico de esto que señalo, "tocar" a "pasar" música.

"Todo tiene que ver con todo", recalca un conocido amigo conductor (Pancho Ibáñez) y los cambios sociales, políticos, culturales y psicológicos que acompañaron el transcurso del tiempo y la evolución (¿o involución?) del mundo actual, hacen que la música no quede al margen de esas modificaciones. El enorme proceso de cambio y de poca creatividad, entró en una meseta a partir del nuevo milenio (casi podríamos decir que desde la última década del siglo pasado) y nada indica, por ahora, que este lamentable hecho vaya a revertirse, por lo menos, rápidamente.

Para no volcar toda la culpa sobre la falta de sorpresa y/o talento de los artistas, es justo aclarar que la industria del disco tiene mucho de responsabilidad en todo esto, ya que cada vez son menos las compañías discográficas que producen y apoyan nuevas iniciativas, escudándose en temas económicos y de piratería masiva debido a los sitios de internet que, según el medio, está acabando con la industria en sí y para ser honestos, si reflexionamos un poco, nada más, nos daremos cuenta que ellos mismos fueron los que incentivaron el negocio paralelo de venta a menor precio, ya que un disco no puede valer en el mercado legal, 10 veces más del costo original de producción, por más que la excusa de los directivos de los sellos más representativos siempre sea la misma: el gasto de realización y promoción que conlleva cada disco editado.

Frente a este panorama desalentador, muchos empezaron a echar mano sobre el pasado y canciones que en otras épocas sonaron a rabiar, se hicieron conocer masivamente y consagraron a centenares de artistas, vuelven a grabarse en las interpretaciones de esos mismos artistas o en otros, que REversionan los temas, con aires REciclados, apoyándose en esos éxitos que vuelven a serlo para las nuevas generaciones que los descubren y las antiguas que los REdescubren. En su gran mayoría, todo lo que en la actualidad suena es REcuperado, REconvertido o REgenerado y sacando algunas contadas excepciones de fusión interesantes y timbres experimentales, de nuevo, casi nada y de esto, muchos, ya estamos REpodridos. Y lo digo yo, que estoy preparando la edición de un disco con nuevas versiones de mi amigo Leonardo Favio, con motivo de un tributo que quiero rendirle en vida.

Como en tantas otras circunstancias de la vida que nos toca transitar, somos testigos de una paradoja casi insólita; como pocas veces, la industria de la música mueve fortunas (de manera legal e ilegal, por supuesto) y las cifras de ventas de música grabada, aún con el flagelo de las copias "truchas", son impresionantes. El público, en forma multitudinaria, se moviliza de estadio en estadio y teatro en teatro para escuchar música en vivo, cualquiera sea la oferta artística (infantil, adolescente o adulta) y deja en las arcas de los empresarios organizadores de espectáculos, cifras millonarias en dinero constante y sonante.

Muchas cosas se han modificado desde la época donde brillaban las grandes orquestas de jazz o las típicas de tango y tantas otras se transformaron en cuanto a la relación de los músicos en general con respecto a los directivos discográficos y empresarios de la industria, que mantenían una ríspida relación por posiciones encontradas referente al negocio en sí y que hoy, lavando asperezas, poco importan a unos y a otros en pos del bien común, en cuanto a conveniencias económicas se refiere. Los únicos que se encuentran desorientados y confusos son los críticos especializados, por no poder analizar los discos y shows con amplitud de opinión, ya que se encuentran frente a la dificultad de tener que repetir conceptos debido al sonido estandarizado de una gran mayoría de artistas, que reiteran fórmulas producción tras producción y espectáculo tras espectáculo.

Si nos ocupamos del público, tenemos que hacer referencia al conformismo que prima en ellos, ya que si de cantantes melódicos hablamos, no descubrimos nada si decimos que Luis Miguel, Ricky Martín, Chayanne, Alejandro Sanz o Ricardo Arjona reinciden en métodos utilizados hace mucho tiempo atrás por ídolos populares como Sandro, Palito Ortega, Leonardo Favio, Dyango, Nino Bravo y Julio Iglesias, por mencionar algunos de los más representativos del género. En el rock, las bandas actuales se siguen pareciendo a lo que hace años iniciaron Los Beatles, Los Rolling Stones, Génesis o Queen, con la diferencia que la gran mayoría carece del talento original de aquellas formaciones de avanzada. En cuanto a tango se refiere, somos testigos de la poca creatividad que reina en el ambiente y la vuelta al ritmo del 2 x 4 de los años ´20, ´30, ´40, ´50 y ´60 de los que quieren "renovar" la tradición de la música que únicamente fue innovada de manera brillante por el inigualable Astor Piazzolla. El jazz es el único rasgo de vitalidad que existe hoy dentro de la música, intentando recorrer nuevos horizontes, a través de muchos intérpretes con cierto grado de investigación y evolución, sin perder de vista que otra gran cantidad de grupos, formaciones y big bands continúan con los modelos que inventaron sus maestros hace 60 o 70 años atrás.

Para no cerrar esta nota con un gusto desagradable en el paladar, quiero dejar en claro que soy ante todo optimista de las fuentes creativas jóvenes y que esos músicos que quizás hoy no tengan espacio visible dentro del medio, en algún momento, saldrán a la luz de una forma u otra porque el talento, muchas veces, se puede ocultar de diversas maneras, pero jamás se puede matar, por más que algunos “comunicadores” se esfuercen por demostrar lo contrario.

jueves, 18 de junio de 2009

CHAU FER














Es un día raro para mí, bastante raro. La palabra raro, según el diccionario de la Real Academia de la lengua española, significa algo que se comporta de un modo inhabitual, extraordinario, poco común, escaso en su clase o especie. Y yo, hoy jueves 18 de junio de 2009, me siento así: raro.
Ayer falleció un amigo mío de la infancia, Fernando Peña, con quien viví infinidad de momentos, compartí navidades, años nuevos, juegos, tardes, noches, mudanzas, salidas, alegrías, tristezas…
Nuestros padres (José Gabriel “Pepe” González Peña y Orlando De Benedetti) eran íntimos amigos, nuestras madres (María José “Malena” Mendizábal y Celia Marta Lombardo) no lo eran tanto pero tenían un grado de relación que podría catalogarse de cotidiana, afable y hasta confidente, en muchas oportunidades.
Mi afinidad con Fernando y su hermano Federico era natural, casi familiar; nuestros padres compartían relaciones personales y negocios en común, por ende, estábamos mucho juntos. En su casa, en la mía, fines de semana enteros en “Embrujo”, una pileta que competía con “Sunset” en la zona norte de Buenos Aires, que era propiedad de mi viejo, paseos inolvidables al “Ital Park”, mañanas que para nosotros eran interminables en estudios de radio donde su padre conducía y el mío producía, horas correteando por canales de televisión como el 7, 9 y 11 en distintos años, mientras nuestros viejos grababan programas como “Esta Noche” o “El Ancho Mundo de los Deportes”, salidas pre adolescentes al cine y después a comer la pizza de “Kaskote”, carreras de bicicletas por las calles de La Lucila, en fin… un montón de momentos que a esa edad se viven como deben ser: frescos, naturales, libres, sin preocupaciones y hoy, después de muchos años, se recuerdan con cariño, ternura y nostalgia.
No voy a volcar en este texto detalles personales, anécdotas íntimas, algunas que he compartido, otras que conozco por su voz y algunas otras por sus padres y los míos.
Tampoco me voy a referir a su historia artística, ya que mucho se ha conocido en estos años y mucho más se ha escrito en estos días en diarios, revistas y páginas de Internet.
Simplemente quiero volcar mi sentir y dejarlo escrito. El sentimiento de la ausencia es indescriptible; yo la he vivido intensamente y aún la sufro desde hace exactamente 20 años, cuando murió mi padre. Obviamente, no son iguales las sensaciones que se perciben tras la muerte de un padre a la de un amigo, pero sí el vacío produce algo similar; en otra dimensión, con otra intensidad, desde distintos lugares, pero con el mismo efecto desolador.
En honor a la verdad, con Fernando no nos frecuentábamos seguido, pero cada vez que nos veíamos, nos envolvía ese halo mágico que cargábamos desde niños con tantas cosas compartidas y nos repartíamos cariño, calidez y amor. Me lo expresaba de diferentes maneras, con invitaciones a su “Parquímetro” en radio La Metro para apoyarme artísticamente desde su lugar, con sus modos, sus personajes inigualables, irrepetibles, anteponiendo siempre respeto y por sobre todas las cosas, afecto, que era lo que yo sentía las veces que estuve en el estudio o salí al aire por teléfono en el programa. Con la alegría de dejarme entradas para sus espectáculos, en Buenos Aires o Mar del Plata, con el cariño hacia mi madre cuando la volvió a ver después de tantísimos años, con las llamadas o mensajes que nos dejábamos a través del teléfono, con las charlas que mantuvimos en sus anteriores internaciones, con su ternura al recibirme junto a mi hermano en el camarín y emocionarse por verlo tan grande a Lucky, con sus actitudes de generosidad artística, cargadas de amor genuino al referirse a mí en sus espectáculos, con su emoción franca al conocer a mi hijo Luca, en fin… podría seguir, pero no quiero aburrir ni aburrirme entrando en lugares comunes. Simplemente, dejar testimonio de mi tristeza, de mi profunda pena por saber que no lo volveré a ver más y que nos quedamos sin un artista único, inimitable, despojado de toda hipocresía, seriamente crudo, extremo, inteligente, creativo, irreverente, sensible, tierno, contradictorio y apasionado.
Chau Fer, que en paz descanses.