La frase "Estamos en el horno" ha dejado de ser una simple mención irónica a nuestro presente social para convertirse en una triste y cruda realidad. Entre las horrendas presentaciones de este señor desequilibrado que se hace llamar Zulma Lobato, al que una manga de inescrupulosos, que han logrado contagiar a otra yunta de imberbes (por no decir imbéciles, que suena un poco más fuerte, aunque no alcanza el grado de agresión verbal que se merecen), que se transforman en cómplices para divertirse y creer que divierten al público (cosa que lamentablemente muchas veces sucede, hago mea culpa de quedarme viendo anodadado ante el aparato de TV las inverosímiles situaciones, dichos y acciones de "este viejo loco", según lo denomina Lucho Avilés) y la anunciada venta de entradas anticipada para la obra de teatro que producirá Javier Faroni y protagonizará Jorge Rial, con libro y dirección de Manuel González Gil (¡Por favor! ¡Estoy podrido que con la justificación de que "hay que comer" o "hay que mantener a la familia" se acepte cualquier propuesta para justificar una acción por lo menos dudosa, culturalmente hablando), estamos, literalmente, "en el horno".
Un horno que viene a fuego lento desde hace muchos años y por el que han comenzado a ingresar personas y personajes, todos mezclados entre sí, formando parte de un conglomerado de feria, que se ha transformado en lo que pareciera ser lo único que da resultado al tan ansiado rating por el cual se desesperan los directivos de los canales de televisión.
Muchos de los que hoy se encuentran involucrados recorriendo este ríspido camino hacia la fama y penosa trascendencia masiva, son los que en otra época criticaban y/o ponían en tela de juicio esta clase de especimenes mediáticos. No me estoy refiriendo, por supuesto, a intelectuales ni mucho menos, pero sí a muchos hombres y mujeres del medio que con posturas “progre”, intentaban diferenciarse de ellos, anteponiendo una distancia moral y ética, que hoy se ve revuelta como en una licuadora y plantea una pregunta: ¿Todo está permitido por lograr dinero? Yo creo que no, por lo menos es lo que mis padres me han enseñado a lo largo de la vida y lo que intento inculcarles a mis hijos en estos días. Porque sino, con este criterio mercantilista que hoy predomina la escena social al que hago referencia, todo estaría permitido. Cualquiera se corrompería por dinero, cualquiera se prostituiría por dinero, cualquiera se vendería por dinero, con tal de alcanzar la meta material deseada. Y no es así, lo afirmo desde mi humilde lugar de ciudadano y también de artista.
Permanentemente nos están enviando mensajes equívocos desde los medios gráficos, radiales y televisivos que marcan estereotipos complicados, ejemplos poco sanos y morales dudosas que determinan parámetros difíciles para los más jóvenes (o por lo menos, eso es lo que nos quieren vender desde el marketing y la publicidad). Creo que existen muchas personas, la gran mayoría podría decir, que tienen claro cuáles son los lineamientos normales para inculcarles a los niños y adolescentes de hoy. No soy moralista, ni mucho menos (mis amigos más cercanos son testigos de que no), pero me parece que debemos tomar conciencia los que entramos en los cuarenta y los de treinta también, que el futuro nos depara algo mejor y no peor. Sería muy triste, creer que lo que viene es caótico, desesperanzador y negativo, todo lo contrario; creo que el destino que tenemos que lograr es optimista, esperanzador y positivo. Está en nosotros, los ya adultos (por decirlo de alguna manera) revertir esta creencia errónea. Y la mejor manera de hacerlo es con hechos, con acciones y concreciones de esas acciones.
Deberíamos reacomodar los roles (me aparto de lo general y vuelvo al tema puntual que inició este comentario) y separar las necesidades. En el medio artístico, siempre hubo diversidad de propuestas y variedad de elección; todos tienen derecho a expresarse de la manera que quieran y puedan, pero cuando la confusión es tal, comienzan a desvirtuarse esos lugares a los que creo deberíamos acomodarnos nuevamente. El que es actor, es actor, el que es cantante, es cantante, el que es conductor, es conductor, el que es bailarín, es bailarín y así continuar enumerando la inmensidad de alternativas que existen dentro del arte. No quiero decir con esto que el que actúa no puede conducir, ni que el que canta no puede actuar, ni que el que baila no puede cantar, sino que sería mucho más armónico para el público y el medio mismo que cada uno se ubique en el espacio al que corresponde.
No nos vamos a engañar, siempre hubo de todo y para todos; el talentoso e inolvidable Enrique Santos Discépolo escribió en 1934 lo siguiente:
Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé...(¡En el quinientos seis y en el dos mil también!). Que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafaos, contentos y amargaos, valores y dublé... Pero que el siglo veinte es un despliegue de maldá insolente, ya no hay quien lo niegue. Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo todos manoseaos... ¡Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor!... ¡Ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador! ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor! No hay aplazaos ni escalafón, los inmorales nos han igualao. Si uno vive en la impostura y otro roba en su ambición, ¡da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón!... ¡Qué falta de respeto, qué atropello a la razón! ¡Cualquiera es un señor! ¡Cualquiera es un ladrón! Mezclao con Stavisky va Don Bosco y "La Mignón", Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín... Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia contra un calefón... ¡Siglo veinte, cambalache problemático y febril!... El que no llora no mama y el que no afana es un gil! ¡Dale nomás! ¡Dale que va! ¡Que allá en el horno nos vamo a encontrar! ¡No pienses más, sentate a un lao, que a nadie importa si naciste honrao! Es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que curao está fuera de la ley...
Dejemos de ser tan hipócritas (un poco, bueno... pero tanto, es demasiado) y hagamos entre todos un medio mejor, no peor. Actuemos, cantemos, bailemos, animemos, escribamos, dirijamos, recitemos, compongamos, produzcamos, publicitemos, en fin, hagamos todo lo que sabemos y podamos hacer, pero en un marco de respeto, sensibilidad y criterio artístico noble y natural. Quizás es muy ingenuo de mi parte pedir una concientización general de todos los que participan de esto, pero a lo mejor, algunos revierten el envión curvilíneo que iniciaron y enderezan el trayecto recorrido a tiempo.