Cuando uno se dispone a ir al teatro, se prepara de una manera especial; ya sea por el hecho en sí, de asistir a una función representada en vivo y en directo, donde la magia del actor llega sin filtros al espectador y éste le provoca una devolución al artista, que no experimenta en otro ámbito; por la tradición heredada de nuestros mayores, de saber que el teatro es diferente a cualquier otra manifestación cultural o porque sinceramente, en los últimos tiempos más que nunca, el ejercicio de ver teatro con continuidad, ha quedado para un sector bastante minoritario de nuestra sociedad y uno, no queda al margen de esta equivocada regla del siglo XXI.
Ayer, viernes 6 de noviembre de 2009, fui a ver una función de teatro de la obra que lleva por título “Rodolfo Walsh y Gardel” en el Teatro Nacional Cervantes, marco ideal para disfrutar del ritual al que hago referencia. Digo marco ideal, porque el edificio del Cervantes es tan bello arquitectónicamente y contiene tanta historia teatral, que desde que se ingresa al hall central hasta que se retira, uno se encuentra envuelto del sortilegio que cargan esas paredes.
Ya instalado en la sala Luisa Vehil, del primer piso del edificio y después de haberme reencontrado con la afectuosa madre del protagonista de la obra, me dediqué a disfrutar del momento: primero a observar la escenografía en penumbras que mostraba una habitación con biblioteca, escritorio y una especie de cómoda, después a fijarme en la parrilla de luces sobre el escenario que se encuentra al mismo nivel del piso y en tercer orden, a contemplar a la gente que se acomodaba en sus sillas con circunstanciales comentarios personales. Rápidamente se llenó el recinto y comenzó la representación, que en realidad, con el transcurso de la actuación, se transformó en presentación fiel, cruda y real del personaje en cuestión. Él es, como el título de la pieza lo menciona, el periodista y escritor Rodolfo Walsh, quien se auto definía como un combatiente revolucionario que fue secuestrado y muerto por un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada, según relata la investigadora Natalia Vinelli.
El texto de la obra es de David Viñas, escritor y dramaturgo argentino, amigo de Walsh que creó el monólogo de ficción que se interpreta, la dirección pertenece a Jorge Graciosi, quien demuestra en la puesta una solidez y marcación definida, con matices que van de la mano del espeso clima que narra la última hora de vida del único protagonista del espectáculo.
El actor que le da vida en escena es Alejo García Pintos, que cuenta con una extensa trayectoria dentro del cine, el teatro y la televisión, interpretando disímiles personajes entre los que puedo mencionar a Pablo de “La noche los lápices”, Yeti de “Cenizas del paraíso”, otro Pablo en Campo de sangre”, Carlos en “Los esclavos felices”, Roberto de “Vivir intentando”, Evaristo de “Floricienta”, Bartolomé en “Casi Ángeles”, Pierre de “Chiquititas”, Enzo en “Chúmbale” y tantos otros nombres en programas de tele y espectáculos teatrales como “Los 90 son nuestros”, “Malos hábitos”, “Así es la vida”, “Sueño con sirenas”, “Sábato, Doménica e Lunedi”, “La Banda del Golden Rocket” y “Rincón de luz”.
Su trabajo en “Rodolfo Walsh y Gardel” es simple y natural, crudo y denso, doloroso y decisivo. Simple, porque desde su ingreso a escena, se muestra directo; natural, porque sencillamente se hace carne de quien representa; crudo, porque así lo requiere la letra que va pronunciando; denso, porque es lo que corresponde a la situación por la que atraviesa su interpretación; doloroso, porque transmite dolor real en diferentes momentos fuertes de la obra y decisivo, porque logra un trabajo impecable que estoy seguro, marcará un antes y un después en su carrera actoral.
Quiero y debo despojarme del enorme cariño que le tengo como amigo para narrarle a quien lea este comentario, ya que intento reflejar simplemente lo que me pasó como espectador común, que me conmovió, me impactó y me emocionó.
Por eso el título de este relato, “Alejo García Pintos es Walsh, es Gardel y es mi amigo”, define con exactitud mi conclusión final: es Walsh porque uno ve sobre el escenario a Walsh y no a García Pintos haciendo de Walsh; es Gardel porque además de ser el receptor imaginario del texto en la pieza teatral, es el eje central de esa frase tan nuestra, tan argentina, cuando queremos ejemplificar que alguien es o hace algo de excelencia: “¡Es Gardel...! y García Pintos en este espectáculo, invita a repetirla con ganas. Y es mi amigo, porque tengo la suerte de conocerlo hace más de veinte años y aunque en este último tiempo no nos frecuentamos como lo hacíamos anteriormente, mantengo mi enorme cariño por él, alimento la creencia de que es una persona buena, genuina y fundamentalmente, conservo la seguridad de saber que como yo estuve en momentos difíciles a su lado, de manera espontánea y natural, por ejemplo cuando falleció su padre, él haría lo mismo conmigo, en igual magnitud.
Recomiendo calurosamente que lo vayan a ver; la cita es en el histórico y bello Teatro Nacional Cervantes, ubicado en Libertad 815, de jueves a sábados, a las 19 horas, los domingos, a las 18:30 y el costo de la entrada es de $ 25 pesos. No se van a arrepentir.
MOTIVO
Espacio dedicado a toda clase de comentario libre y espontáneo, despojado de intereses de cualquier tipo (y mujer)
sábado, 7 de noviembre de 2009
lunes, 2 de noviembre de 2009
100.000 PERSONAS QUE NO MIRAN A TINELLI
El foro de Facebook que propone reunir 100.000 personas que no miran a Tinelli, me disparó una reflexión que quiero compartir, además de movilizarme a ser parte del grupo.
Muchas cosas son nocivas para nuestra cultura; no solo el programa de Tinelli, pero creo que su mayor culpabilidad en todo lo malo que estamos viviendo a nivel social, es que él, pudiendo realizar mejores productos, sin dejar de ser entretenido, divertido y pasatista, elige un contenido burdo, limitado, grosero muchas veces y de excesivo bajo nivel intelectual. Honestamente, me parece que la televisión es un medio para entretener, fundamentalmente y además puede informar, enseñar y culturizar un poco más a quienes se encuentran del otro lado de la pantalla en sus hogares, sin necesidad de hacer un bodrio de 24 horas de transmisión. Los gerentes que dirigen los canales, podrían compensar un poco más la grilla y no hacer sólo programas chatos, repetidos, sin ingenio, para ver cuántos puntos de raiting alcanzan minuto a minuto.
No está mal que Tinelli siga con la fórmula que le ha dado resultado, en definitiva, ése fue y es su negocio con el cual forjó la buena posición material que ostenta. No se puede negar su sostenida permanencia durante 20 años en los primeros puestos de popularidad masiva, pero lo que sí me parece poco feliz es que con la dimensión que ha alcanzado a nivel empresarial, continúe con la mediocridad del humor fácil, el chiste burdo y las imágenes procaces de manera insistente y reiterada. No quiero ser hipócrita en mi relato y negar que nunca me quedé mirando una buena cola en algún baile del caño, pero más allá de esta confesión naturalmente masculina, él podría ir mejorando la calidad, en vez de empeorarla. Sus defensores podrán contrarrestar que su misión en la tele no es ofrecer una estructura formativa, pero no podrán defender lo indefendible sobre su nulo aporte durante tantos años a los millones de personas que son espectadores de sus shows.
Soy cantante y formo parte del medio artístico desde hace 25 años y nunca necesité estar en los programas de Tinelli para subsistir; nunca he ido ni siquiera como invitado a ninguno de sus ciclos (a lo mejor porque tampoco le interesaba mi presencia), pero a lo largo de todo este tiempo tuve propuestas para aparecer en alguno de sus espacios; tengo muchos amigos que lo han hecho, inclusive que han sido empleados de su productora Ideas del Sur y no los critico, al contrario, estamos en un país democrático y lo mejor de la democracia es que permite la libertad de pensamiento y expresión, pero reconozco que en nuestro medio, la industria se ha modificado mucho y se cerró a un segmento muy limitado de posibilidades concretas de trabajo, entre los cuales se encuentra la empresa de Tinelli.
Sumo a este tema puntual, mi visión sobre él por lo que ha significado a través del tiempo para el desmedro de los artistas, a exponerlos al ridículo una y otra vez sin importarle las consecuencias profesionales, al menospreciar a los cantantes que lo visitaban en “Ritmo de la noche”, después en las grotescas cámaras ocultas de “Video Match” y por último, en el triste papel de jurados de personas que se muestran en disciplinas que no dominan e intentan saciar el morbo ajeno de verlos en lugares donde nunca se mostraron y rozan lo patético, en “Show Match”. Nobleza obliga y tengo que exponer también que muchos han aceptado las reglas del juego y fueron cómplices de ese manoseo del que hago referencia.
Estamos en una época difícil en muchos aspectos y lo artístico, no queda al margen, por eso entiendo que entre las cien mil personas que se sumen al perfil de Facebook, encontremos escasos artistas en su lista. Por las dudas algunos, por temor otros, por convicción otros más, por si mañana necesitan trabajar en alguna novela o programa de entretenimiento y/o musical que Don Marcelo produzca, algunos más..., acepto que haya mayoría de gente que trabaja en otro rubro que no sea el artístico. Pero como siempre pensé que lo primordial es tener la conciencia tranquila y no traicionar los ideales por el mejor postor, me banco lo que digo y escribo en letra mayúscula por no pensar en voz alta, que si estuve 25 años sin depender de Tinelli, con épocas económicas y espirituales buenas, muy buenas, excesivamente buenas, malas, muy malas y exageradamente malas, puedo estar otros 25 años sin cantar, actuar, bailar, nadar y cuanto ar haya quedado, en lo de Tinelli. Y me agrego al perfil de los cien mil que no miran a Tinelli.
Muchas cosas son nocivas para nuestra cultura; no solo el programa de Tinelli, pero creo que su mayor culpabilidad en todo lo malo que estamos viviendo a nivel social, es que él, pudiendo realizar mejores productos, sin dejar de ser entretenido, divertido y pasatista, elige un contenido burdo, limitado, grosero muchas veces y de excesivo bajo nivel intelectual. Honestamente, me parece que la televisión es un medio para entretener, fundamentalmente y además puede informar, enseñar y culturizar un poco más a quienes se encuentran del otro lado de la pantalla en sus hogares, sin necesidad de hacer un bodrio de 24 horas de transmisión. Los gerentes que dirigen los canales, podrían compensar un poco más la grilla y no hacer sólo programas chatos, repetidos, sin ingenio, para ver cuántos puntos de raiting alcanzan minuto a minuto.
No está mal que Tinelli siga con la fórmula que le ha dado resultado, en definitiva, ése fue y es su negocio con el cual forjó la buena posición material que ostenta. No se puede negar su sostenida permanencia durante 20 años en los primeros puestos de popularidad masiva, pero lo que sí me parece poco feliz es que con la dimensión que ha alcanzado a nivel empresarial, continúe con la mediocridad del humor fácil, el chiste burdo y las imágenes procaces de manera insistente y reiterada. No quiero ser hipócrita en mi relato y negar que nunca me quedé mirando una buena cola en algún baile del caño, pero más allá de esta confesión naturalmente masculina, él podría ir mejorando la calidad, en vez de empeorarla. Sus defensores podrán contrarrestar que su misión en la tele no es ofrecer una estructura formativa, pero no podrán defender lo indefendible sobre su nulo aporte durante tantos años a los millones de personas que son espectadores de sus shows.
Soy cantante y formo parte del medio artístico desde hace 25 años y nunca necesité estar en los programas de Tinelli para subsistir; nunca he ido ni siquiera como invitado a ninguno de sus ciclos (a lo mejor porque tampoco le interesaba mi presencia), pero a lo largo de todo este tiempo tuve propuestas para aparecer en alguno de sus espacios; tengo muchos amigos que lo han hecho, inclusive que han sido empleados de su productora Ideas del Sur y no los critico, al contrario, estamos en un país democrático y lo mejor de la democracia es que permite la libertad de pensamiento y expresión, pero reconozco que en nuestro medio, la industria se ha modificado mucho y se cerró a un segmento muy limitado de posibilidades concretas de trabajo, entre los cuales se encuentra la empresa de Tinelli.
Sumo a este tema puntual, mi visión sobre él por lo que ha significado a través del tiempo para el desmedro de los artistas, a exponerlos al ridículo una y otra vez sin importarle las consecuencias profesionales, al menospreciar a los cantantes que lo visitaban en “Ritmo de la noche”, después en las grotescas cámaras ocultas de “Video Match” y por último, en el triste papel de jurados de personas que se muestran en disciplinas que no dominan e intentan saciar el morbo ajeno de verlos en lugares donde nunca se mostraron y rozan lo patético, en “Show Match”. Nobleza obliga y tengo que exponer también que muchos han aceptado las reglas del juego y fueron cómplices de ese manoseo del que hago referencia.
Estamos en una época difícil en muchos aspectos y lo artístico, no queda al margen, por eso entiendo que entre las cien mil personas que se sumen al perfil de Facebook, encontremos escasos artistas en su lista. Por las dudas algunos, por temor otros, por convicción otros más, por si mañana necesitan trabajar en alguna novela o programa de entretenimiento y/o musical que Don Marcelo produzca, algunos más..., acepto que haya mayoría de gente que trabaja en otro rubro que no sea el artístico. Pero como siempre pensé que lo primordial es tener la conciencia tranquila y no traicionar los ideales por el mejor postor, me banco lo que digo y escribo en letra mayúscula por no pensar en voz alta, que si estuve 25 años sin depender de Tinelli, con épocas económicas y espirituales buenas, muy buenas, excesivamente buenas, malas, muy malas y exageradamente malas, puedo estar otros 25 años sin cantar, actuar, bailar, nadar y cuanto ar haya quedado, en lo de Tinelli. Y me agrego al perfil de los cien mil que no miran a Tinelli.
* Evidentemente, somos más de 100.000 que no vemos el programa, ya que ahora el sitio cambió su título por "250.000 personas que no miran a Tinelli"; se superó rápidamente la cifra inicial con adeptos a la iniciativa planteada (03-11-09)
** Sin duda alguna, hay muchos más que coinciden en no ver el ciclo, porque el número creció y la apuesta es ahora por 500.000 argentinos que sincronicen en la misma dirección de evitar ser espectadores del producto "tinelliano"(10-11-09)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)