– “A veces presiento
que mi alma está en sombras, entonces me inclino, te beso y hay luz y me salen
lindas palabras, muy tiernas, sonrío y me digo: esto es el amor” – .
Así comienza el
recitado introductorio de una canción de Leonardo Favio, que lleva como título
“Ni el clavel ni la rosa” reflejando, en parte, la simpleza y belleza poética que
Leonardo utilizaba cuando componía.
– “Recuerdo que una tarde descubrí que tu pelo
olía como huele la flor de un limonero, hurgando en tu mirada yo supe que había
cielo y mi boca en silencio murmuró una canción” –.
Tal como lo muestran estas palabras que escribió a finales
de la décda del ´60 para uno de los temas que integran su primer disco larga
duración (de esta manera se los llamaba en aquella época a los CD de hoy,
también Long Play o LP), así era él. Sencillo, profundo, humilde, directo…
Su talento natural, intuición y creatividad lo guiaban y
amparaban ante cualquier contratiempo o viscisitud que se le presentara, sea en
lo artístico o en lo personal y esas mismas condiciones lo transformaron en
inolvidable, irrepetible, irreemplazable.
Hoy hace un año de su partida física e inevitablemente es un
día triste para mí, porque más allá del sustancial significado que su figura
tuvo en mi decisión adolescente de seguir el camino artístico, la cotidianeidad
y la infinidad de hechos y momentos que viví a su lado, me marcaron para
siempre también en lo personal.
El cariño, la calidez y la dilección que siempre me brindó
desde mis cinco años de edad, hicieron que invariablemente lo sintiera parte de
mi familia, de mis afectos más cercanos, de mi más queridos sentimientos y por
eso su imagen se potencia, se fortalece y se agranda cada vez que hago
referencia a él.
Infinidad de notas sobre su trabajos cinematográficos, sus
canciones emblemáticas y su obra artística integral se han publicado a lo largo
de los 44 años de trayectoria profesional que ha mantenido por casi todo el
mundo de habla hispana. Se han editado libros sobre su filmografía, variadas
ediciones y reediciones de los discos que ha grabado, espectáculos basados en
su figura (inclusive el mío, donde recorro mi historia de vida con él), publicaciones
especiales de revistas y diarios que se han acompañado con su música y su cine
en reiteradas ocasiones, en fin… muchas manifestaciones expuestas de la
dimensión cultural y popular que Favio representa, pero yo quiero reflejar
aquí, su trascendencia personal, más allá de lo artístico.
Todos los que lo hemos conocido cercanamente, amistosamente, cariñosamente, de manera casi familiar, sabemos que Leonardo dejaba su sello indisoluble en todo aquel que lo tratara. Hace un par de meses, Ernesto Beúnza, un gran amigo suyo, a quien también quiero mucho, me contaba algo que él siempre le repetía en vida a Leonardo: -“Vos ponés nerviosa a la gente”- le decía, y era realmente cierto. Sin saber por qué o quizás sí, comprendiendo la consideración, el respeto y la admiración que provocaba, muchas personas se sentían inquietadas, avasalladas por su presencia y eso lo producen solo los elegidos como él, que a pesar de su sencillez y humildad, acrecentaba su grandeza, producto, justamente, de su simpleza y naturalidad.
Muchas veces le he dedicado espacios en este blog, siempre
será un personaje presente en todo lo relacionado a lo que yo haga, porque
inevitablemente, Favio, ha marcado mi vida; por eso, nuevamente y hoy más que
nunca, en el primer año sin él, le dedico mi inmenso cariño, mi enorme
admiración y mi agigantado recuerdo.
Desde su ida, en estos 12 meses, varios han sido los
homenajes, las celebraciones a su obra, los complejos culturales, festivales y
salas artísticas que han tomado su nombre como propio, situándolo por siempre
para la posteridad; Seguramente, muchos otros sucesos populares que rodeen su
imagen y representatividad serán los que vendrán, pero lo que más destaco de
las variadas demostraciones de respeto y afecto que le rinden tributo, es la
emoción que rodea a aquellos que participan de los mismos, y eso es lo más notable
y relevante para mí. Porque esas emociones a las que hago referencia son
naturales, espontáneas, genuinas y tienen un significado quizás extraordinario
y hasta ideológico, que expone lo que era Favio, lo que es su figura y lo que
será en el futuro su evocación permanente.
A lo largo de su trayectoria, siempre fue uno de los elegidos por humoristas e imitadores a la hora de recrear sus canciones, justamente, por su personal forma de cantar, algunos lo siguen haciendo y otros se han transformado en recreadores de su repertorio, inclusive, tomando su característico pañuelo en la cabeza para acercarse un poco más a su imagen; todos ellos y seguramente muchos más, incluídos yo y renombrados artistas como Jairo, Raphael, Manuel Wirzt e Iván Noble, entre otros, mantendremos vigente su figura, al igual que su hijo Nicolás, interpretando sus temas en los escenarios donde nos presentemos, llevando a cabo, no tributos, ni homenajes, sino como bien ha denominado mi querido Nico (su heredero) la “Celebración viva a la obra de Leonardo Favio”.
Para los que lo quisimos tanto como yo, no es nada fácil
aceptar su partida de este mundo terrenal, para los que lo han admirado a
través de más de cuatro décadas, presumo que tampoco es sencillo admitir su
ausencia, porque fundamentalmente su alejamiento físico, representa la ida del
sonido, la imagen y la emoción en un solo concepto. Favio será por siempre uno
de los representantes de la cultura argentina, un artista nuestro que se
destacó en diversos rubros, alcanzando un lugar de privilegio entre lo masivo
popular y lo intelectual, un hombre que más allá de ideales e ideologías, sostuvo
un compromiso social coherente y congruente, un creador de sueños musicales y
cinematográficos que desde su talento innato, supo construirse a sí mismo desde
la marginalidad humilde y cruda hasta la notoriedad suprema de transformarse en
Embajador Cultural Permanente de Argentina.
– “Y le canté al
milagro de saber que me quieres, y le grité a la gente que el sol se te parece;
y que nada me importa, ni el clavel, ni la rosa, y que la primavera pasa sin
que la vea porque lo abarcas todo, hasta el placer que ignoro; y el aire que
respiro no me sirve de alivio si no siento el aliento de tu boca en mi boca; y
si veo algún niño, mientras fumando espero, le digo que es muy lindo y en su
risa te veo” –.
Ese amor que volcaba en sus canciones, en sus películas, también
lo generaba en su vida.
‘Chiquito’, Fuad, Leonardo, el Turco, el Loco, Favio, como quieran nombrarlo o como lo hayan llamado y quieran recordarlo, estará por siempre presente, porque ya sea en un escenario, en algún set de filmación, en las radios, en la televisión, en internet o en la vida misma, su alma de niño invencible revivirá en imágenes, poemas y canciones ‘simples y sencillas’, de ‘vuelos rasantes’ (como le gustaba mencionarse o denominar, a veces, a su obra), alcanzando la utopía de ser eterno, constante, perpetuo desde, con y para la gente.
Por siempre y para siempre, mi entrañable Leonardo Favio.