No hay remedio, no existe la marcha atrás, no es posible el
retorno, no queda otra opción que la sumisión y desolación, no se haya otra
alternativa más que la resignación, la impotencia y el desconsuelo cuando llega
el momento…
Irse. Irse definitivamente.
Irse físicamente. Irse corpóreamente. Irse…
Aunque se piense afirmativamente en el más allá, en la
reencarnación, en la vida después de la vida, los que vamos quedando en el
plano terrenal, sufrimos el dolor de perder a la gente querida, de no volver a
verlos, besarlos, abrazarlos, tocarlos, sentirlos, escucharlos…
La muerte siempre es horrible, siempre lo fue y lo será eternamente
porque no tiene regreso, no hay reparación, es crudamente penosa, desoladora y
cruel.
Cuando era niño, el fallecimiento de alguien cercano era una
circunstancia extrema, fuerte, conmovedora, impresionante… hoy, lo sigue siendo,
pero la gran cantidad de hechos trágicos que suceden en el mundo y la cotidianeidad
de las noticias policiales, más la repetición informativa de los medios
periodísticos que replican esos sucesos una y otra vez, hacen que nos vayamos
acostumbrando cada vez más a la muerte, que lo procesemos de distinta forma
quizás y que esa “habituación”, nos adormezca o aplaque la terrible sensación
de la pérdida.
Cada vez más, la revelación de la muerte es menos convulsionante,
más ligera, y por ende, mucho más breve y acotado el trastorno emocional… no
sé, es una sensación que tengo al respecto… quizás no sea así, pero últimamente
lo percibo de esta forma.
Diariamente pierden la vida cientos o miles de personas en
accidentes, en robos, por enfermedades… y lamentablemente es la ley de la vida,
aunque sea una frase frecuente y reiterada, pero es así; También están los que
nacen y eso permite que la naturaleza, de manera sabia, compense pesares y júbilos,
y que toda la angustia que muchos viven por las pérdidas, otros tantos se
animen con la felicidad de la llegada de los bebés. En cuanto al efecto
mediático que produce la partida física de una personalidad popular, también creo
que cada vez es más fugaz la pena, la congoja, el impacto y la trascendencia.
Hoy se fue el actor Jorge Sassi, mi querido Jorge Sassi, ayer,
el productor televisivo Jacinto Pérez Heredia, hace tres días falleció el gran ilusionista de
las barajas, René Lavand, la semana pasada, el brillante y talentoso actor Juan
Carlos Galván, más el famoso economista Tomás Bulat, unos días más atrás el
humorista Joe Rígoli y el cantante Demis Roussos, y podría continuar haciendo mención de una importante cantidad de personajes
más, conocidos por la gente, representativos, masivamente populares, que durante
el transcurso de los últimos años han desaparecido en Argentina y en otras
partes del mundo. Factiblemente, la vorágine de las noticias y la gran cantidad
de información que existe a diario, origina que el hecho triste y conmocionante
de la muerte, pase rápidamente, haciendo de esa triste circunstancia final, un raudo
adiós periodístico también. No quiero decir con esto que se debería hacer una
despedida aletargada y un eterno lamento mediático, sino que me refiero al
hecho del olvido ó efímero homenaje de quienes han sido significativos y
trascendentes notables de su trabajo.
No sé…, quizás peco de excesivo respeto o tonta
consideración para con los que nos han marcado el camino, pero creo que la
fugacidad con que se toman las cosas, sumado al ingrato desinterés de la liviandad actual, hacen que el recuerdo de
esas personas y personajes valiosos y relevantes en distintas áreas se transforme
en un recordatorio breve, lacónico y anecdótico ó en simples comentarios al pie de portales cibernéticos que permiten dejar alguna apostilla.
Una gran pena que esto suceda y una enorme tristeza que
gente buena como el querido Jorge Sassi, un tipo alegre, sensible y talentoso,
a quien pude tratar y conocer bastante en una etapa de nuestras vidas, se vaya
tan joven. Mi cariñoso recuerdo para él, que siempre estará presente en la
memoria de quienes tuvimos la oportunidad de verlo trabajar en distintos roles
artísticos y la suerte de compartir con él diferentes momentos, amenos, divertidos e imborrables.
“Pechito Argentino”, ese ‘latiguillo’ que hizo popular junto al Gran Tato Bores
en sus míticos programas de los días domingo, la veintena de telenovelas donde participó, de las cuales
puedo mencionar “Amo y señor” y su Félix inolvidable ó “Dulce Amor”, donde
interpretó al querible mayordomo Emilio, por destacar dos de ellas y la variada
galería de personajes que ha representado a lo largo de su trayectoria, quedarán
perpetuados en su simpática y encantadora figura.
Una mención especial para el productor Jacinto Pérez
Heredia, cálido y afectivo, generador de proyectos que van desde “El amor tiene
cara de mujer” y “Estrellita, esa pobre campesina” en la década del ‘60, pasando
por “Alguien como usted” con Irma Roy en los ‘70 ó “Situación Límite”,
emblemático programa donde los actores más renombrados querían actuar, emitido
por ATC en los años ’80. Trabajó mucho en Canal 13, comandado por el cubano
Goar Mestre, vivió en Estados Unidos, conoció estrellas de la talla de Greta
Garbo y Bette Davis, fue amigo íntimo de Tita Merello y Mona Maris; le dio
oportunidades laborales a infinidad de actrices y actores, derrochó toda la
plata que ganó en su vida como ‘gastador compulsivo’ que era y terminó viviendo
en ‘La Casa del Teatro’ en Buenos Aires, manteniendo su espíritu alegre y
relevante.
Mi reconocimiento respetuoso y de admiración para Juan
Carlos Galván, un actor de raza que se desenvolvió con enorme solvencia y
capacidad tanto en el drama como en la comedia. Con una larga trayectoria que
abarcó el teatro, el cine y la televisión durante varias décadas y gran
cantidad de títulos, entre los que puedo mencionar “El zoo de cristal”, “La
clase del Marqués de Sade”, “La malquerida” y “Chicas católicas” en teatro, “Hombre
de la esquina rosada”, “Humo de marihuana”, “Don Segundo Sombra” y “Chiche
bombón” en cine, “Matrimonios y algo más”, “El chupete”, “El pulpo negro” y “La
extraña dama” en televisión. Galván fue un primer actor argentino que desplegó
su histrionismo de manera magistral y que mi querido amigo Roberto Antier tuvo
el placer de dirigir en “El nieto de Tevie”, obra que además del regocijo que le
produjo comandarlo en el escenario, me decía Roberto, fue una satisfacción disfrutar
de su 'tiempo' de comedia, el estilo para actuar y su personal forma de
decir que lo asemejaba al colosal actor italiano Vittorio Gassman.
No quiero dejar afuera de esta humilde evocación al cómico
actor Joe Rígoli, siempre recordado por ‘Coquito’, su papel del novio de “La
Nena” junto a Marilina Ross y Osvaldo Miranda, pero también por sus personajes
en “Viendo a Biondi” ó “La Tuerca”, donde representaba graciosamente a una
víctima de la corruptela en una oficina pública pasando de firma en firma,
simbolizando el sketch de “El arbolito” al lado de Tino Pascali. Vivió y
trabajó mucho en España, obteniendo gran popularidad con Felipito Takatún,
personaje que hizo célebre la frase ‘Yo sigo’.
Un párrafo aparte para el fantástico ilusionista René
Lavand, irrepetible artista de las barajas o los naipes, como más les guste,
que con su impronta tan personal y su inmenso talento y capacidad, recorrió el
mundo generando sorpresa, asombro y admiración a través de la ‘lentidigitación’ (palabra que creó e impuso
en contraposición a la ‘prestidigitación’), que define a la ilusión ejecutada
muy lentamente a fin de llevar la imposibilidad a su máxima expresión, acuñando
la frase “No se puede hacer más lento”, que lo identificará eternamente.
Y en este preciso momento que estoy escribiendo, me entero
de la ida del destacado músico Osvaldo Berlingieri, mayúsculo pianista que
integró la orquesta de Aníbal Troilo y llevó adelante una extensa carrera
artística dentro del mundo del tango, tocando con Héctor Stamponi, Leopoldo
Federico y Atilio Stampone, entre otros y conformando una sólida y exitosa dupla
junto a Ernesto Baffa, con quien llevó adelante su propia orquesta donde cantó
Roberto Goyeneche.
Irse… irnos… en realidad, en algún momento determinado, a
todos nos llegará la hora de irnos, por eso, como siempre digo desde hace un
tiempo a esta parte, lo único que importa es aspirar a vivir la vida de la
mejor forma posible, intentando minimizar los problemas (en la medida de lo
factible) y disfrutar todo lo que se pueda mientras la salud nos acompañe.
Como dice Jorge Drexler en su canción ‘Sanar’:
“Morir, también es ley de vida”.
“Morir, también es ley de vida”.