Siempre existe una razón para
festejar; Si se quiere, constantemente, uno puede encontrar un motivo para conmemorar
algún suceso trascendente. Hoy, simplemente, mi razón de celebración es estar
aquí, escribiendo estas líneas, disfrutando la placidez y tranquilidad de una mañana
calma de domingo, de saborear el gusto del café y percibir su aroma, de poder
elegir alguna canción como compañía cómplice y de sentir como pocas veces en
muchos años que lo verdaderamente importante de la vida son los afectos, es el
amor, el cariño, la querencia que uno recibe y a su vez, la predilección
sentida que uno puede brindar a las personas amadas.
Me gusta demostrar cariño por
la gente que quiero y es muy emocionante recibirlo también, porque más allá de
todo lo que nos rodea, de la vorágine cotidiana, de la rueda impetuosa en la
que estamos inmersos a diario, de las obligaciones, de la economía, de los
sinsabores, más allá de las miserias humanas que existen, lamentablemente, de las
divisiones políticas, los distintos puntos de vista, y todas las injusticias
que percibimos en el mundo entero, por sobre todo, ante todo, está el amor. No
hay fuerza más potente que el amor.
Quizás suene algo cursi, un
poco idílico o bucólico, pero es lo que siento. Hace dos días sufrí un
accidente que me pudo haber costado la vida, un hecho casi intrascendente como
cerrar una puerta, que se volvió casi una desgracia al traspasar un vidrio con
mi brazo. No voy a entrar en detalles del incidente en sí y todo lo que
aconteció posteriormente al fortuito episodio, pero quiero compartir en este
espacio donde almaceno pensamientos, anécdotas, sensaciones y acontecimientos
propios, la dicha que me da el poder seguir orgánico, vital y fervoroso en esta
vida. Nunca había estado tan cerca de un momento tan límite y extremo, donde mi
vida pendía de factores ajenos a mí.
Indudablemente, las situaciones
desbordantes, que superan el control al alcance de uno, hacen que después de sucedidas
las circunstancias, uno reflexione, medite, recapacite sobre lo verdaderamente
importante de la vida, y sin lugar a ninguna duda, la conclusión que reafirmo y
consolido interiormente es, justamente, el amor. El amor es todo.
En pocos segundos puede
cambiar el destino, puede modificarse drásticamente la vida y enfrentarse a una
cruda realidad de ya no ser en forma directa e impetuosa, y esto hace que las
cosas tomen el verdadero sentido y la real dimensión de lo concretamente valioso.
Somos un instante… nada más y
nada menos que eso… ese instante puede cambiar la vida de una o de más
personas, y mientras el traumático trance ocurre y uno atraviesa la dificultosa
coyuntura, la mente repasa el pasado, vislumbra el presente e imagina el no
futuro en un santiamén; en un segundo, la mente relee la vida tan velozmente
como de manera íntegra. Y después de lo sucedido, luego de salvar la vida,
literalmente, todo se encausa de manera natural para darle el auténtico sentido
a las cosas.
Por eso digo que, después de
pasar por una circunstancia tan cercana al final de la vida, el amor toma su exacta
dimensión y completo significado: Todo. EL
AMOR ES TODO.
Aunque sea reiterativo y
redundante, el motivo más importante que atesoramos es el amor. El amor en
estado puro, totalmente franco, abierto y llano a los sentimientos más genuinos
de nuestro corazón. Uno establece afectos en la medida que se va acercando a
los mismos, a través del trato diario, de las relaciones fluidas, del trabajo,
de la actividad social y los sucesos periódicos y corrientes que el tiempo nos
va suministrando, pero llegado el instante límite, como puede ser un accidente súbito
inesperado, donde la vida corre peligro, el amor puro e inmaculado de un
hermano, por ejemplo, aflora de manera natural sin mediar ningún otro elemento
más que el mismo amor.
Un suceso accidental raudo, repentino
como el que viví, puede modificar sin dudas el destino y la existencia, y
también, la reacción propia y ajena, en esa eventualidad, es ciertamente
imprevista e inesperada. Mi hermano Luciano fue quien me llevó vertiginosamente
para que me atendieran y en medio de un caos de tránsito bastante anárquico por
la zona céntrica de Buenos Aires, hizo de todo para llegar lo antes posible, a
pesar de la enorme congestión vehicular; después de media hora de vivir
situaciones dignas de una ficción de acción y pavor, logramos arribar al
Hospital Italiano, donde me atendieron con solvencia, contención y la capacidad
profesional que caracteriza a su staff médico. Nada de lo que relate, puede
reflejar el horrible momento que superamos.
Agradezco con afecto, intensidad
y total reconocimiento al equipo de traumatología del Hospital Italiano, que
además de su excelente trabajo quirúrgico, me brindaron tranquilidad y comprensión
en un momento complejo y delicado como es siempre un hecho de urgencia.
Y doy gracias al destino que
quiso dejarme en este plano terrenal un tiempo más, hubiese sido triste,
doloroso e injusto no poder cumplir ciertos sueños que aún me quedan por consumar,
no verlos crecer a Luca y Flor, mis hijos, ayudarlos a encaminarse, ser
partícipe y testigo de sus realizaciones mutuas, en fin… sería muy extenso
mencionar todas las cosas lindas que comparto a diario con todos los que quiero
y me quieren, que hubiera dejado de disfrutar si el desenlace hubiese sido
fatídico. Hoy, más que nunca, revalorizo los afectos y agradezco todo el amor
que me rodea, que me ha escoltado siempre y que por un tiempo más, por suerte, me
seguirá acompañando.
En mi hermano, Lucky de mi
alma, que estuvo conmigo en esta dura experiencia y fue mi sostén y protector,
encierro todo el amor al que hago referencia con un pequeño recorrido
fotográfico de nuestra vida en común, desde su nacimiento hasta nuestros días,
como muestra, si se quiere, del amor genuino, puro y natural. En él, abarco a
todos los que de una u otra manera me entregan su amor y lo reciben de mí en
esta hermosa experiencia que es vivir.