Estoy angustiado, dolido, acongojado, atormentado y me pongo
a escribir… no sé bien por qué, quizás porque muchas veces, la angustia y el
dolor hacen que uno no sepa ni pueda manejar las sensaciones que oprimen al
corazón y volcar los sentimientos escritos es una manera más de canalizarlos…
digo… pienso… o me conformo con la idea…
Lo que se escribe, queda, no se olvida ni se pierde, se
guarda en el alma, pero también se comparte, y el hecho de testimoniar ese
registro escrito de sensaciones, por lo menos en este momento, me hace bien, me
sirve como descarga, me ayuda a sobrellevar el desconsuelo y el pesar que
provoca la muerte…
Tristemente, este mundo convulsionado que vivimos en la
actualidad, rodeado de violencia, crueldad y salvajismo, nos hace cada vez más
inmunes a la muerte; cotidianamente, vemos, leemos y escuchamos en las noticias
la palabra muerte, y uno, sin darse cuenta, se va poniendo más resistente e
invulnerable, pero cuando la muerte nos toca de cerca, de muy cerca, esa
supuesta protección subconsciente que utilizamos, se desmorona.
Falleció Carola Zulema Leyton y para mí es como si se
hubiese ido un pedazo de mi historia, parte de mi familia. Carola era, es y
será siempre la mejor amiga de mi madre, la persona que siempre tenía una
sonrisa en los labios, una palabra cariñosa, un gesto amoroso, una actitud
sensible. Para todos los seguidores de Favio, seguirá siendo eternamente ‘Carolita’
(así la llamaba Leonardo), para mí, continuará en mi recuerdo y en mi corazón
como alguien que quise mucho, mucho, que conocí desde muy niño y aprendí a
adorar con el correr de los años como a alguien de mi familia.
Ella, además de haber sido la fiel compañera de mi entrañable Leonardo Favio, es la mamá de Nico y
Pupy, dos seres tiernos, nobles, genuinos, que ella trajo al mundo y que cuidó
intensamente, siempre.
Si todos los que la queremos tanto, estamos tan consternados
y abatidos, no puedo imaginar lo que sufrirán ellos, sus hijos, que la aman con
locura y a los cuales ella les ha brindado todo su amor, su cobijo y su vida. Aunque a pesar del triste sentimiento, Nico con su espiritualidad latente, ampara y protege a su hermana, la dulce Pupy, bajo la firme creencia del vuelo universal que provoca la partida de este plano terrenal.
La muerte es una mierda y si bien todos vamos a llegar a ella en algún momento del destino, me resisto a aceptarla, no puedo asimilarla naturalmente como muchos quizás, que tienen la fortaleza para hacerlo. La muerte forma parte de la vida, sí, pero es desgarradora, lastimosa, hiriente y no nos la merecemos sufrir, más allá de ser consciente de que es indefectible.
Carola era una mujer plena, sensible, tierna, afectuosa, aguerrida, susceptible, perceptiva, inteligente, emotiva… y siempre se ha caracterizado por su temple, por su empuje y por su valentía ante distintas circunstancias que la vida le ha presentado. Era también buena, bondadosa y humanitaria. Y además de todas estas cualidades que menciono, era muy linda, tan bella por fuera como por dentro. Fue esa misma belleza que enamoró a Leonardo cuando la conoció circunstancialmente a finales de la década del ’60 y que durante más de cuatro décadas, lo acompañó en las buenas, en las muy buenas, en las malas y en las muy malas.
Hace unos días atrás, apenas cinco, compartimos escenario
con Nico, su hijo, y cantamos a dúo por primera vez juntos; lo hicimos con una
canción que Leonardo le había escrito a ella, una de las tantas de la que fue musa inspiradora, “Oh, mi
Carolina”, y ahora alcanzo a entender el por qué de la elección de mi querido
Nico. Simbólicamente, intuyendo quizás que se acercaba la despedida, sin decírmelo,
eligió ese tema y hoy, con todo el dolor
de mi alma y lágrimas en mis ojos al momento de escribir estas líneas, se lo
agradezco profundamente, porque en esa decisión, nuestras voces fueron las últimas
que repitieron su nombre y mantuvieron su figura latente sobre un escenario.
La llevaré siempre conmigo, en mi recuerdo, en mis más
tiernas remembranzas y en el cobijo de mi corazón.