Ayer, Ricardo Darín ganó en España el premio a ‘Mejor actor’
en el Festival de San Sebastián, junto a su compañero en el film “Truman”,
Javier Cámara y más allá de obtener el máximo galardón, mi admirado y querido
Ricardo, demuestra una vez más que nada es porque sí.
En la actualidad, vemos cotidianamente que el ser famoso, conocido
y/o popular puede alcanzarse velozmente a través de algún suceso asombroso, escándalo
sensacionalista o acto inusual que provoque impacto mediático, y ya no forma
parte solo de un desarrollo artístico de años de trabajo, estudio, ganas y sacrificio.
Hoy, se puede lograr trascender por medio de otros artilugios que dejan de lado
el esfuerzo, el impulso y el empeño, pero también es cierto que en la mayoría
de los casos, esa ‘fama’ adquirida es pasajera, insustancial y vana.
Ricardo Darín, a mi entender, es uno de los mejores actores
hispanoparlantes, no solo de su generación sino de todos los tiempos y el hecho
de obtener distinciones y condecoraciones no alteran ni modifican su esencia y su
lugar en el mundo, ya que en su manera de pensar es un incentivo más que
acompaña el camino elegido, pero sí fortifica y consolida para los demás, la
idea que valora aquello que se obtiene con esfuerzo, intensidad y convicción.
Su carrera ha ido traspasando etapas y él, montado en su talento,
simpatía e inteligencia fue forjando su presente, que lo ubica en el podio de
los actores más sobresalientes del ámbito cinematográfico mundial.
Sin duda alguna, el hecho de nacer en una familia de actores,
le ha brindado, quizás por ósmosis, el fuego sagrado de la actuación y a través
de sus padres, Ricardo Darín y Renée Roxana, comenzó a recorrer escenarios y
sets televisivos con una naturalidad inusual en otros niños; de allí, que a
sus tres años haya aparecido por primera vez en un programa de televisión y a
los diez, debutado en una obra teatral. Pero ese destino signado por el arte no hubiese
sido lo que es hoy como intérprete, sin la atención, el esfuerzo y el ahínco
que se impuso en el recorrido de su labor, por eso reitero que nada es porque
sí. Todo en la vida tiene un por qué, un motivo y una explicación. Su trabajo
actoral está colmado de pequeños detalles que lo hacen más grande aún y su
esencia tiene gran injerencia en ese resultado profesional altisonante.
Ricardo es un tipo común, con gran sensibilidad y enorme
percepción, que sin dejar de lado ciertos guiños funcionales al ámbito del
espectáculo que lo presentan como una 'estrella', no ha dejado de encontrarse nunca en otros escondites que no sean
los del afecto y el amor; esos afectos y amores que solo se localizan en la
familia, en sus padres, en sus hijos, en su mujer, en su hermana, en sus sobrinos,
y también en sus amigos. De manera personal, comparto esa estructura emocional,
porque creo que justamente, los afectos y amores de los que uno quiere y sabe
que también lo quieren bien a uno, es lo más importante durante el recorrido
que nos toca en suerte y al final del camino, es lo que nos va a quedar en el
alma y en el espíritu.
Me pone feliz que haya ganado este trascendental premio,
sumado a otros tan sobresalientes que ya ha cosechado a lo largo del tiempo,
porque en su figura de actor preponderante de la escena cinematográfica, se
incluye un hombre que ha sabido ensamblar su vocación de manera distinguida y
descollante con la sapiencia y sensatez personal que los años le han dado, y
que él fue moldeando en base a su nobleza y honestidad intelectual.
Insisto, una vez más, nada es porque sí y como ejemplo de mi
afirmación, comparto esta charla abierta que brindó el año pasado y que lo
muestra de cuerpo entero, explicando en cierta forma, su grandeza como artista y
como ser humano.
Felicitaciones, Richard!!! Toda mi admiración y cariño de
siempre.