Evidentemente, estamos jodidos. Hablando mal y pronto, como
diría mi abuela, estamos jodidos.
Nuestra idiosincrasia argentina es compleja, enredada, difícil,
trastornada y sumamente inestable. Las ideologías se han ido diluyendo con el
tiempo y los reiterados hechos deshonestos a lo largo de la historia,
contribuyeron mucho a la disgregación de ideas e ideales. Un gran porcentaje de
ciudadanos argentinos está decepcionado, una vez más, de la política y los
políticos, ya que la perturbada y lamentable realidad cotidiana, nos posiciona nuevamente
en un estado general de frustración y desengaño.
Me entristece mucho el deterioro social que nos acecha y más
me angustia la desidia reinante de quienes supuestamente son los que deberían
bregar por el bienestar común, desde sus lugares de poder y decisión. En
definitiva, para eso se postulan, o por lo menos, correspondería que así fuese.
No voy a inmiscuirme en la afamada “grieta” que han creado ciertos
inescrupulosos miserables, y ventajistas, porque sería una estupidez de mi
parte, ya que tengo la convicción de que esa “división ideológica” fue
engendrada ex profeso por mentes pérfidas, perversas y depreciables en
beneficio de unos pocos y en desmedro de millones. La inteligencia se puede
utilizar en pos del bien y también del mal; en este escenario al que hago
referencia sobre la fragmentación y discordia de credos y doctrinas, intuyo que
ha sido manipulado maquiavélicamente para instalar una fisura colectiva que va
a ser difícil de restaurar. Por eso expreso que no voy a hacer referencia a la
segmentación provocada, de manera deliberada, sino todo lo antagónico.
Cuando menciono a nuestra idiosincrasia de la forma que lo
hago, es desde el análisis, desde el sentido común, desde lo consumado y desde los
hechos concretos que nuestro país ha vivido desde que existimos como Nación.
Todo lo que sucede en el país es por las acciones y decisiones de quienes lo
habitamos, e indudablemente, nuestros aciertos y alegrías, pesares y desdichas,
son producto de las resoluciones de la ciudadanía. Nada de lo que ocurre está
ajeno a nuestra forma de ser, todo se rige por el espíritu y la esencia
argentina.
Los argentinos tenemos una combinación de características que
nos hace ir de un extremo a otro sin tregua ni intermedios, somos pasionales, desunidos,
desafiantes, combativos, vehementes, impulsivos, ventajeros, engreídos, necios y
también contradictorios, porque a su vez, somos todo lo opuesto; una rara mezcla
entre lo incoherente, disparatado y sorprendente. Todo lo que tenemos de
sensatos y racionales, fracasa ante la imprudencia ilógica que nos domina, entre
otra gran cantidad de cosas.
Nuestra sociedad está cooptada por los extremos y nada ni
nadie a la vista, pareciera calmar este presente incierto, ya que no encuentro
puntos de entendimiento visibles entre los distintos pensamientos. Los que
están a favor de un esquema o idea, no se mueven de allí y viceversa, realidad
que torna casi imposible la razón y el discernimiento. Observando un poco más
allá de los límites de nuestras fronteras, el mundo está bajo el mismo precepto
y eso hace aún más difícil todo, ya que ni siquiera podemos utilizar ejemplos
válidos de otros países para intentar demostrar nuestra supuesta puntual equivocación,
teórica y filosófica.
Cuando titulé este comentario “Estamos jodidos”, es porque
no percibo solución a la triste actualidad que nos circunda, por lo menos a
corto plazo, y eso sí es estar jodido, ya que al no tener siquiera una
esperanza de poder corregir este estigma, hace que uno se desmoralice, se
desilusione y no hay peor cosa que el pesimismo y abatimiento para superar
conflictos y salir adelante. Personalmente, soy optimista por naturaleza y en
la medida de mis posibilidades, trato de ser siempre positivo, procurando
generar buena energía a mí alrededor, pero cada vez se hace más difícil
encontrar la armonía tan deseada. ¿Será cuestión de entregarse al destino y
confiar en la aparición de algún ‘elegido’ que irradie mensajes y hechos
pacíficos contemporizadores? Lo dudo.
La ambición del hombre es cada vez mayor y más desmedida, todo
es especulación, todo es aprovechamiento, todo es lucro. Nadie repara en nada,
más allá de lo material y económico; pareciera que el único significado
importante de nuestra existencia es lo que se gana, lo que se obtiene, lo que
se muestra, lo que se exhibe. Estamos deteriorados como sociedad, ausentes de
las cosas que valen la pena y eso es muy triste y lastimoso. No quiero
resignarme ni entregarme a ese pensamiento egoísta y codicioso, todo lo
contrario.
Por más que haya gente necia, hermética, obsesionada, fundamentalista
e intolerante, que no distingue color, proyecto, propósito, ni intención, creo firmemente
que está en nosotros, los ciudadanos comunes bien intencionados, los que
habitamos esta hermosa tierra argentina desde el empeño y la voluntad, los que
trabajamos con honestidad, los que nos regimos de valores amistosos,
solidarios, fraternales, los que nos esforzamos por cumplir nuestro rol desde
la dignidad y moderación, los que deseamos que a la mayor cantidad de gente le
vaya bien o mejor, los que tratamos de no vulnerar al prójimo ni desearles el
mal, los que tenemos ‘buena leche’, en definitiva, los que no perjudicamos la
vida de nadie, está en todos nosotros, reitero, hacer las cosas de diferente
forma, aceptando realmente al que no piensa como uno, tolerando verdaderamente al
que discrepa, admitiendo errores y/o equivocaciones propias y ajenas… Ya sé, no
es fácil, nada fácil, pero sin pecar de crédulo e ingenuo, estoy seguro que
existen personas dispuestas a la transformación, al progreso general, aunque contemplando
las circunstancias que hoy nos envuelven, resulte extraño o parezca casi
inalcanzable.
Si termináramos con las antinomias estériles e
improductivas, nos daríamos cuenta cuánto mejor negocio es la concordia y el
consenso. Confío en que de un vez por todas, tengamos la lucidez necesaria para
revertir esta inútil posición social, que lo único que logra es incrementar las
fortunas de los que más poseen y acentuar las carencias de los que menos
tienen.
Estamos jodidos, SÍ, pero NO estamos perdidos.