Desde hace un largo tiempo, me empeño en no
hacer comentarios que rocen la política; me esfuerzo, lo intento y me digo
internamente: "No tiene sentido, nadie va a cambiar su opinión por leer un
comentario mío", entonces, lo paso por alto, lo dejo pasar, trato de
persuadirme para evitar cualquier confrontación estéril... Pero, más allá de
querer evitar la compulsa y posibles agresiones, no puedo dejar de expresar mi
sentimiento de pena, desconsuelo y amargura por lo que estamos viviendo. La
política es sucia, pero la forma en que la sociedad se desarrolla, nos hace
cómplices de esa política hipócrita y sus componentes. Nosotros, los ciudadanos
comunes, que todos los días proyectamos trabajar de manera honrada, somos responsables
de ir formando el país que pretendemos, y además de elegir a los funcionarios
que nos tocan en suerte, muchos de ellos, indignos y amorales, nos esforzamos
poco por modificar ciertos preceptos incorrectos que el sistema de vida
comprende. Escuchamos decir insistentemente que “la corrupción mata”, y es
cierto, mata, pero tampoco hacemos mucho por tratar de corregir esa corruptela.
Es más cómodo dejar las cosas como están, permitiendo la denigración social,
cada día, un poco más. Si nos hacen una infracción con el auto, probamos de
sobornar al policía para que no la haga, si podemos evitar pagar ciertos
impuestos, felicitamos al contador por conseguirlo, si está prohibido vender alcohol
a menores, le encuentran la forma de quebrar esa regla, sin importar las
consecuencias posteriores de los chicos que se emborrachan, si aceptamos dar ‘‘comisiones’
‘cometas’ y/o ‘coimas’ para acelerar un trámite o tener alguna ventaja en
cualquier transacción, lo hacemos en pos de lograr el objetivo, sea como sea, y
así podría enumerar infinidad de ejemplos que evidencian nuestra culpabilidad
al respecto. No soy ejemplo de nada, al contrario, formo parte de la estructura
comunitaria y me caben los mismos desaciertos que a cualquiera, eso sí, en un
grado netamente insignificante e insustancial. ¿A dónde quiero llegar con esta
reflexión? A compartir mi pensamiento sobre nuestro rol en lo que nos sucede, en
lo que toleramos, en lo que sufrimos, en lo que sobrellevamos… Nada es porque
sí, todo tiene un por qué, un motivo, un fundamento. Creo que nosotros somos
los únicos que podemos modificar la triste realidad que nos circunda, los que
tenemos el poder de transformar lo que está mal, pero a conciencia, sin
dobleces, sin hipocresías. No quiero que mis hijos, ni los hijos de nadie,
piensen que la mejor manera de lograr objetivos en la vida es a través de la trampa,
del ‘arreglo’, de la ‘transa’, no lo deseo bajo ningún concepto. Y la
forma de revertir esa idea instalada como “inevitable”, es a partir de nuestras
acciones. Si paso un semáforo en rojo, lo afronto y me hago cargo de la
infracción sin querer ‘coimear’ al cana; si queremos evitar que los pibes
terminen ‘dados vuelta’ en las previas a las fiestas en los boliches, no hay
que venderles alcohol si son menores de edad; si me dedico a traer contenedores
de mercadería desde el exterior, declaro lo que realmente hay dentro del
depósito y pago lo que corresponde, si me presento a una licitación por algún
negocio o emprendimiento, espero la decisión de la empresa interesada, sin ‘adornar’
a ningún gerente o funcionario, y si un medicamento es más eficaz que otro, no
espero a que el laboratorio brinde un porcentaje de sus ganancias para
recomendarlo. No puedo dejar de mencionar el grado de incumbencia que cargan
los políticos en todo esto, que, al fin y al cabo, son los que proclamamos para
que nos representen y gobierno tras gobierno, se encargan de tirar por la borda
nuestras ilusiones, proyectos, ideas, aspiraciones y sueños. Estoy generalizando
y muchas veces, universalizar, no es correcto, porque, más allá de ideologías y
pareceres, hubo unos que hicieron mucho más por el pueblo que otros, a pesar de
las ambiciones desmedidas y supuestas malversaciones. No justifico en absoluto
ese procedimiento, solo hago mención que siempre estaré a favor de los que
piensan en la gente y respetan los derechos de las personas, aunque esas
acciones se lleven a cabo por interés o conveniencia, e invariablemente,
despreciaré a los que anteponen sus negocios propios y beneficios personales a
través del lugar de poder que los votantes les conceden.
En fin… voy cerrando estos pensamientos
y para ser honesto, tengo la triste sensación de pecar de ingenuo, ser
demasiado crédulo, o pasar por tonto, porque es demasiado impetuosa la idea de
que “todo está podrido”, pero me consuela pensar que algunos de los que lean
estas líneas, y coincidan conmigo, sientan que no están solos, y esta
introspección, aunque sea, ayude a considerar la alternativa de, por lo menos,
empezar por uno mismo y ver si con el tiempo, algo se transforma en favor de todos.