EDUCACIÓN PÚBLICA Y GRATUITA

La Educación Pública es necesaria e imprescindible para cualquier país, porque permite el acceso de jóvenes que no tienen los recursos necesarios para solventar su elección educativa. La Educación Pública y Gratuita es fundamental para lograr una escala social ascendente y que el país se desarrolle con crecimiento en base a la progresión formativa y cultural de quienes lo habitan. La Educación Pública, además de un derecho adquirido, es una posibilidad concreta para que los chicos no dependan del contexto comunitario en el cual crecen y puedan determinar su futuro sin dificultades. El Gobierno de Milei está desfinanciando, no solo las Universidades Públicas y Gratuitas, sino que lleva adelante un plan de vaciamiento presupuestario general para todas las instituciones argentinas educativas y culturales. La movilización de hoy será multitudinaria porque esta barbarie nos afecta a todos, no solo a los estudiantes, y no podemos aceptar, ni permitir, que un grupo de políticos advenedizos y circunstanciales, destruyan lo más importante que tenemos los ciudadanos: el derecho de pensar, de aprender y estudiar. La Educación es la principal herramienta en la que descansan la libertad, el crecimiento y el progreso de una Nación. Todo el país a marchar en defensa de la Educación Pública.

HACIA UN CAOS EXISTENCIAL

¡Qué tristeza me da el momento actual que estamos viviendo en Argentina! Evidentemente, el odio va llevando la delantera ante esa idea casi romántica que habla sobre que el amor, casi siempre lo vence. Por lo que estamos atravesando, pareciera ser que el odio tiene cooptado a un gran segmento de ciudadanos que, con tal de eliminar a sus ‘enemigos políticos’, son capaces de comer mierda, morirse, inclusive, o ver morir a sus familiares y amigos. ¿Tanto odio les generan sus ‘contrincantes’? ¿Qué les pasó en la vida para cargar con tanto aborrecimiento y desprecio? Se ponen contentos porque mucha gente se queda sin trabajo. Se alegran por las personas que no pueden comprar medicamentos. Ignoran a los enfermos oncológicos que dejaron de recibir la medicación. Hacen la vista gorda hacia los jubilados que reciben una cifra indigna y ofensiva. Se divierten con la angustia de millones de ciudadanos que no saben cómo pagar alquileres, expensas, servicios y alimentos. Celebran el desfinanciamiento de la cultura, la destrucción de instituciones esenciales, el vaciamiento de establecimientos emblemáticos del país con el fin de cerrarlos y hacer negocios inmobiliarios, la quita de presupuesto para la Educación Pública y Gratuita… En fin, no sé qué se les cruza por sus mentes, pero, indudablemente, el resentimiento y la antipatía extrema, no los deja ver que todo este desastre que están provocando, un poco antes o un poco después, en algún punto de la historia, también, les va a afectar a ellos y a sus allegados. Estamos inmersos en una contienda absurda, salvaje e irracional que un conjunto de cínicos e hipócritas lleva adelante desde las sombras, utilizando personajes débiles, pusilánimes y serviles, sin importarles las consecuencias trágicas de sus actos, empujándonos a un tobogán hacia el precipicio. Si no alcanzamos a reaccionar a tiempo, si el pueblo no asume la responsabilidad de defender sus derechos, vamos a terminar, TODOS, absolutamente todos, todas, todes, todis y todus, en un caos existencial muy difícil de solucionar que no solo abarca lo económico, sino también lo anímico, lo mental y lo espiritual.

LA PATRIA NO SE VENDE

La bandera nacional de la Argentina es, junto con el escudo de la República Argentina, el himno nacional argentino y la escarapela de Argentina, uno de los cuatro símbolos nacionales del país y son insignias patrias, que nos representan a todos los que sentimos que nuestra Nación es una República, un país soberano de América del Sur y el lugar donde nacimos, nos criamos, nos formamos y realizamos. Ser argentino, por lo menos para mí, es muy lindo, es difícil de traducir, justamente, por nuestra forma de ser, compleja y contradictoria, pero también, solidaria y humanitaria. Yo me siento orgulloso de ser argentino y me duele mucho cuando el país se menosprecia, se vapulea y se maltrata. Que un Presidente, sea del partido político que sea y tenga las ideas interplanetarias que tenga, ofende nuestro sentido patriótico y realiza actos de cipayismo explícito, no solo me da vergüenza, sino que me irrita y entristece a la vez. Es inaceptable que un mandatario, que en este momento está representando a todo el país, a los 47 millones, no solo a los 14 millones que lo votaron, se muestre feliz y condescendiente plantando la bandera de Estados Unidos en nuestra tierra. No mezclo nada que tenga que ver con ser pro yanqui o anti, es una cuestión de sentimiento y pertenencia, simplemente. Indudablemente, cuando uno reflexiona y recuerda que una de sus mayores admiraciones las tiene por la asesina de Margaret Tatcher, primera ministra británica durante la guerra de Malvinas, que mandó a matar 323 soldados argentinos que estaban en un buque de la armada argentina que navegaba fuera del área de exclusión fijada por Londres, entiende todo.