Hace algunos años, el actor Fabio Alberti en uno de los sketchs del programa que hacía junto a Diego Capusotto, “Todo X 2 pesos”, utilizaba un “latiguillo” personificando uno de sus personajes con la pregunta: - “¿Qué nos pasa a los argentinos?... ¿Estamos locos?”-. Y creo que ese interrogante que Alberti incluía humorísticamente dentro de un contexto gracioso en un ciclo cómico y satírico de nuestra realidad como país, calza perfectamente al momento actual que estamos transitando a nivel social y político, ya que como bien visionaba en 1935 el lúcido Enrique Santos Discépolo en su brillante inspiración “Cambalache”… “Vivimos revolcaos en un merengue y en un mismo lodo, todos manoseaos”.
La actual puja política que se
empieza a generar por las próximas elecciones legislativas y la confrontación extrema que se ha
instalado en los últimos años en nuestro país a favor y en contra del Gobierno,
hace que muchos nos preguntemos: “¿Qué nos pasa a los argentinos?”.
Celebro fervientemente que la
juventud se sienta incluida y participe activamente de la realidad política,
cosa que hasta hace poco tiempo no sucedía, es más, me atrevería a decir que lo
político casi ni figuraba en la vida cotidiana de los más jóvenes. Festejo
también que los adultos nos hayamos vuelto a interesar a cosciencia y
pasionalmente de la realidad social que nos toca en suerte. Pero lo que no
venero es que esa pasión y esa consciencia civil y política que hemos
recuperado, se traduzca en muchos casos, en rivalidades extremas, llenas de
odio y resentimiento, colmadas de rabias y rencores que no aportan otra cosa
que malestar y disconformidad permanente.
No soy tan ingenuo y tampoco tan
iluso para suponer que todo debería ser color de rosa, porque lo único rosa que
hoy queda, quizás, es el nombre de la famosa pantera que nos divertía cuando éramos
pequeños al paso de la música de Henry Mancini, pero me gustaría como ciudadano
de este hermoso país que tenemos, que las ideas, los ideales y las ideologías
se trataran con un poco más de coherencia, afinidad y responsabilidad.
Recurriendo nuevamente a mi
admirado Discépolo, reflexiono y recuerdo que… -“el siglo 20 es un despliegue
de maldad insolenta, ya no hay quien lo niegue”- y aquellos que nos intentan
explicar desde los medios la confusión reinante, aportan aún más leña al fuego,
creyendo ofrecer soluciones para avanzar en la dirección correcta, sin darse
cuenta que la agresión verbal, puede inspirar por momentos a la física, creando
una violencia que no ayuda en nada a la solución de problemas que originalmente
todos buscamos.
Percibo mucha irritación,
demasiada ira y exagerada indignación y furia en sectores opuestos al modelo
que gobierna, y no me refiero solo a la lucha declarada entre el Grupo Clarín y
el Gobierno en sí, sino a una gran cantidad de personas, en su gran mayoría con
un cierto nivel educativo e intelectual a los cuales no les va tan mal
económicamente hablando, que despotrican, golpean y agreden desmedidamente sin tomarse
el tiempo de analizar las cosas con un poco más de juicio y sensatez.
Nada es fácil, no todo es sublime,
nadie está exento de pecados, no siempre las personas actúan como deberían
hacerlo, con honestidad y nobleza, nadie es totalmente impoluto, con perdón de la palabra, (¡cuac!), pero tampoco
pienso que todos están solo para robar, únicamente para favorecerse y favorecer
a los más cercanos, exclusivamente para cagar al prójimo, no, no… me resisto a
creerlo.
Quizás soy demasiado crédulo,
cándido o tonto, pero considero que siempre hay más gente buena que mala y que
más allá de las ambiciones desmedidas que hemos conocido y conoceremos a lo
largo de la historia, existe una gran mayoría que queremos lo mejor para todos.
El problema, o uno de los problemas que tenemos es que esa minoría codiciosa e
insaciable, en un gran porcentaje de veces a lo largo del camino, ha ocupado y ocupa
espacios de gran poder y decisión, los cuales benefician casi siempre a unos
pocos que terminan negociando entre sí, sin interesarse por el bien común.
Indudablemente, cuando esos núcleos de poder y decisión se sienten trastocados en su estructura y presagian la pérdida de supremacía y dominio que durante décadas han gozado, generan conflicto y rispidez.
Indudablemente, cuando esos núcleos de poder y decisión se sienten trastocados en su estructura y presagian la pérdida de supremacía y dominio que durante décadas han gozado, generan conflicto y rispidez.
Dejando por un momento de lado la
disputa (otra vez, perdón por la palabra, segundo ¡cuac!), que ya casi es
combate, entre el Grupo Clarín y el Gobierno, no alcanzo a entender el feroz
resentimiento y rencor que veo en algunos por los que piensan de distinta
forma, ya que esa defensa irracional y desmedida, no hace otra cosa que generar
más tirria y animadversión general, tanto de un lado como del otro.
Sería mucho más deseable que aquellos
que solo piensan en desmantelar, destruir y desestabilizar, recapacitaran y
proyectaran un país muchísimo mejor para todos, no solo para algunos, y
emplearan racionalmente su energía en pos de la adherencia, afinidad y unión
con métodos bienintencionados basados en la consideración, la tolerancia y
aceptación. Así, de esta manera, finalizando esta reflexión, por lo menos, modificaríamos el vaticinio Discepoliano que cierra
“Cambalache”, afirmando aquello que –“es lo mismo el que labura noche y día
como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura o
está fuera de la ley”-.
Estoy convencido que no es lo
mismo el que vive de los otros, que el que labura noche y día como un buey,
tampoco es igual andar los caminos correctamente que estar fuera de la ley y
mucho menos matar que curar. Así que, estaría buenísimo que los que pueden y
quieren, recapaciten, lo consideren y lleven a cabo sus pensamientos y acciones moderadamente. Por ustedes, por nosotros, por todos.