A partir de hoy, el fútbol
será un poco menos bonito, menos exquisito, menos elegante, menos placentero,
menos delicioso y mucho menos encantador porque Juan Román Riquelme decidió
dejar de jugarlo. A partir de hoy, la pelota será un poco menos cuidada, menos
primorosa, menos custodiada, menos asistida y mucho menos delicada porque
Riquelme ya no la tocará y pateará. A partir de hoy, los hinchas del deporte
más popular del mundo seremos menos dichosos, menos afortunados, menos
favorecidos, menos venturosos y mucho menos felices porque Román ya no nos
deleitará con su juego y calidad. A partir de hoy, los fanáticos de Boca
tendremos un enorme vacío emocional, una gran pena afectiva, un hondo pesar
anímico y una gigante frustración personal de no volver a verlo jugar con la
camiseta azul y amarilla, pisando el ‘patio de su casa’, como le gusta llamar a
‘La Bombonera’, coreando su nombre y disfrutando de su juego, su pausa, su
exactitud, su clase, su toque exquisito, sus pases en profundidad, sus cambios
de frente, su rapidez cerebral, su impronta envidiable y su inmenso talento
natural dentro de una cancha de fútbol. A partir de hoy, ya nada será lo que
era indudablemente… porque Román ya no estará para ‘salvarnos’ en cualquier
momento del partido, ya no se hará dueño del equipo ni ‘se lo pondrá más al
hombro’, ya no acomodará más la pelota para patear un tiro libre, ya no
definirá en un segundo una jugada, ya no pateará los penales, ya no nos
transmitirá más esa seguridad íntima y oculta que nos daba saber a todos los ‘bosteros’
que lo teníamos a él, que era nuestro, que jugaba para nosotros, que defendía
la camiseta como nadie, que la sentía tanto o más que nosotros, que más allá de
especulaciones, pareceres e interpretaciones periodísticas, sociales, populares
y personales, Román siempre jugó con el corazón de hincha, además del excelso
jugador que es. Riquelme es el más grande 10 de la historia de Boca (por sobre
Diego Maradona, inclusive, con todo lo que eso significa) porque desde que
debutó el 10 de noviembre de 1996 hasta su último partido en el club, el 11 de
mayo de 2014, siempre tuvo el plus de ser ‘fana’ de Boca como cualquiera de
nosotros, los hinchas, y como casi ningún otro jugador que lo haya acompañado
en sus 388 partidos con la camiseta xeneize.
Posiblemente, de aquí en más,
se escribirá mucho sobre su trayectoria, sus logros, su personalidad, su carrera
y su significación dentro del mundo del fútbol, probablemente tendrá un
importante espacio en diarios, revistas, radios, canales de televisión y
portales deportivos en internet que destacarán sus virtudes y defectos,
factiblemente, será recordado en los otros tres clubes donde jugó (Barcelona,
Villarreal y Argentinos Juniors) como el exquisito jugador que fue, claramente
estuvo, está y estará presente en la historia de los distintos equipos que integró en la Selección Argentina
a lo largo de su carrera y sin lugar a dudas, permanecerá latente, intacto e
inalterable en las entrañas y el sentimiento de todos los hinchas de Boca por
todo lo que nos brindó, nos regaló, nos dedicó, nos ofreció y nos alegró.
¡¡¡Gracias, Román!!! Por
todos los títulos, por todas las Copas, por todos los goles, por todas las
jugadas, por todas las asistencias de gol, por todos los tiros libres, por toda
tu entrega, por toda tu pasión y por todo tu fútbol, extraordinario,
sorprendente, asombroso, privilegiado, excepcional, admirable, mágico y
magistral.
Hubo muchos jugadores importantes en Boca Juniors, grandes caudillos, magníficos representantes del sentimiento ‘bostero’, sensacionales arqueros, férreos defensores, habilidosos mediocampistas, sublimes goleadores, pero dejando de lado las apreciaciones individuales, de carácter, formas de ser y mayor o menor simpatía personal, ningún otro jugador significó tanto para Boca durante tantos años seguidos como Juan Román Riquelme. Gracias por ser Boca y por ser de Boca.
¡¡¡GRACIAS, ROMÁN!!!