Desde hace mucho tiempo soy bastante crítico de la conducción mercantil y especulativa por parte de algunos responsables que digitan y deciden sobre el manejo de la industria de la música a nivel nacional e internacional. Ciertos personajes que se auto erigen ‘patronos’ de todo lo que el mundo musical internacional debe consumir masivamente, han creado una cerrada cofradía inescrutable que pareciera ser la que determina todo lo referente a qué artistas son los que deben difundirse, cuáles los que merecen trascender y tienen que sobresalir. Han encontrado una manera casi inquebrantable para no poder modificar este pesaroso y lúgubre paradigma, ya que se escudan en la imposición doctrinaria de hacer creer que “es lo que la gente escucha”. No, no es así. Es muy complejo el tema y da para desarrollarlo más extensivamente y en detalle, pero no voy a hacer una editorial de esto, sino, simplemente, expresar mi opinión, acotada, como artista y también como oyente y espectador. El público elige y escucha lo que quiere escuchar, sí, pero si el sistema entero está al servicio de un determinado rubro o segmento, es inevitable que esa fracción sea la más propalada. Soy partícipe del apoyo al amplio abanico musical existente y me gusta que todos tengamos posibilidades y oportunidades de dar a conocer nuestro trabajo, pero cuando ese principio queda limitado a un sector minúsculo de artistas, la cosa cambia y se transforma en algo absolutista y despótico. Quizás quede solo en este reclamo, porque, lamentablemente, existe mucho “caretaje” y hay demasiados obsecuentes al sistema impuesto. Pocos se animan a pregonar esto públicamente, debido al temor que les provoca suponer represalias por parte de los que hoy ostentan el poder en la industria, pero como no le debo nada a nadie y tampoco me interesan los falsos mesías de la producción, ni los “genios” del marketing cibernético, ni los “popes” del negocio musical, lo expongo y lo evidencio. Asumo la responsabilidad de quedar marginado del ámbito que nos agrupa y concentra, mucho más ahora, que tengo un nuevo disco, pero prefiero seguir siendo fiel a mis principios y convicciones, exteriorizando lo que pienso y siento. En definitiva, sabemos que la música es entretenimiento y también, un ‘instrumento’ comercial, pero fundamentalmente, la música es cultura y si la dejamos de lado por el solo hecho de priorizar lo económico, terminaremos todos denigrados, no solo por la mediocridad, sino, también, por la cobardía y mezquindad artística.
MOTIVO
Espacio dedicado a toda clase de comentario libre y espontáneo, despojado de intereses de cualquier tipo (y mujer)
sábado, 20 de mayo de 2023
miércoles, 17 de mayo de 2023
"LA ERA DE LA PELOTUDEZ"
Hace 30 años atrás, la banda ‘Divididos’, integrada por Ricardo Mollo, Diego Arnedo y Federico Gil Solá, editó su tercer disco “La era de la boludez”, reflejando en su título una crítica concreta al momento que se vivía en el país, a diez años de haber regresado la Democracia a la Argentina. Después de tres décadas de esa producción, que consagró al grupo como uno de los pilares del rock nacional, el nombre sigue tan vigente como entonces y hasta podría incrementar, hoy, un poco más su peso específico en cuanto a potencia verbal se refiere, variando la última palabra y definiendo esta época como “La era de la pelotudez”. Si bien, las dos expresiones son bien nuestras, netamente “argentas”, mi percepción entre una y otra es que ‘pelotudo’ tiene más ímpetu, más vigor, más robustez que ‘boludo’. Existe un video que muestra al brillante escritor y humorista gráfico Roberto Fontanarrosa en el Congreso de la Lengua Española de 2004, que hace una rutilante exposición al respecto, pero volviendo a la reflexión que me surge compartir, esta época que transitamos está plagada de pelotudos (y algunas pelotudas, también, sin ofender al género), que, por un montón de cosas que podría enumerar (pero sería muy largo de compartir), se transforman en especialistas de la pelotudez. Muchas veces, se pueden transformar en pelotudos aventurados y pelotudos peligrosos, que cuentan con la entidad que les brinda otro montón de pelotudos que van tras ellos, como ovejas de corral. Hablo de políticos, y también de periodistas, economistas, analistas, encuestadores, ciudadanos comunes y cientos de ‘opinólogos’ que creen tener la “verdad verdadera” y la solución a todos los problemas existentes. Nadie tiene la salvación mágica definitiva a este complejo presente que nos toca atravesar y, en definitiva, terminan siendo un enjambre de impresentables que quieren seguir en “la rosca” porque, evidentemente, les continúa rindiendo el gran negocio económico del cual forman parte. Para cerrar: Los de la famosa “casta” y los que ingresan a la misma, criticando lo que ellos terminan siendo, además de hipócritas, son los protagonistas absolutos de esta triste y dolorosa “Era de la pelotudez”.
miércoles, 10 de mayo de 2023
ACTUAR EN CONSECUENCIA
Los años de vida, además de añejarnos, nos dan experiencia y hacen que uno aprenda a observar las cosas que nos suceden desde ópticas, enfoques y análisis disímiles, que, a su vez, ayudan a entender ciertas pautas que muchas veces no se muestran claras y concisas. Estamos manipulados como sociedad, nos encontramos influenciados y somos utilizados por los medios de comunicación, que hoy abarcan un importante segmento de nuestra información cotidiana, en pos del beneficio de unos pocos, que, lamentablemente, tienen como prioridad, el egoísmo, la codicia y el poder. Ser funcional a ese sector cínico e hipócrita que logró alcanzar un objetivo puntual de manejar la opinión de millones de personas, es reducirse al mísero lugar de títere. Conozco a varios que han cedido ante el poder que produce el dinero y entregaron su dignidad moral a cambio de billetes y posicionamientos diversos en estratos sociales que nunca imaginaron alcanzar. Ésos son los débiles, los cobardes, los traidores a sus sentimientos y los que creyéndose algo que nunca serán en realidad, van por la vida dando lecciones de lo que, supuestamente, corresponde hacer o no. Periodistas, politiqueros y ciertos ciudadanos hipócritas que, en vez de ser lo que dicen ser, en realidad son falsos representantes de la sinceridad, camuflados en supuestos emisarios de la palabra, la fe y la espiritualidad, dan lecciones a diario de lo que está bien y está mal. ¿Desde qué lugar se erigen dueños de la verdad? ¿Qué curso inconsistente les da el título de saber lo que hay que realizar para tener una vida mejor y desde ese pedestal, tratar de influenciar a mentes frágiles y timoratas, que por distintas circunstancias se encuentran vulnerables? No sé a quién pueda interesarle mi opinión; seguramente no será relevante para muchos, pero me conformo con solo hacer reflexionar a algunos que lean esto para repasar y replantearse hacia dónde quieren ir verdaderamente. No hay que dejarse manipular por ciertos inescrupulosos de saco y corbata que se creen dueños del país porque, en definitiva, el verdadero poder lo tenemos nosotros como pueblo. Solo hace falta darse cuenta y actuar en consecuencia.
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