Lo conozco al “Tano” Pagliaro desde muy pequeño, tendría yo 10, 11, años cuando lo vi por primera vez, era amigo de mi viejo, amigo de Leonardo Favio, que es como mi viejo, amigo de otros amigos, amigo de amigos de otros amigos, era un tipo amistoso, amigable, afable, abierto…
La vida me dio la posibilidad de abrazar mi profesión con pasión y también me brindó la oportunidad de compartir muchos momentos inolvidables con artistas que cuando era pibe, los veía grandilocuentes, importantes, representativos, como lo que eran y después, cuando fui creciendo, los traté como pares, como colegas, como amigos.
Gian Franco era un tipo muy cálido, muy divertido, ingenioso, sarcástico, talentoso, especial. Cuando lo encontraba, siempre era una alegría porque su humor abarcaba ese encuentro y su afecto estaba a flor de piel.
Rápidamente, me viene el recuerdo de mi adolescencia, cuando a los 15 años era musicalizador de los programas de Pedro Aníbal Mansilla y Juan Carlos Beltrán en Radio Excelsior y él lanzaba su disco “El tiempo pasa” y yo lo programaba todas las noches, no solo con el tema de difusión (“Un ramito de violetas”) sino con todas las canciones que el Long Play incluía, porque me lo había regalado especialmente diciéndome que era el primer ejemplar que le enviaban de la compañía discográfica EMI, recién salido de fabricación. Para mí era todo un orgullo, más allá de que haya sido verdad o mentira el primero, el segundo o el número cincuenta. Tengo muchísimas anécdotas que podría compartir vividas con el querido Tano, entre las que puedo mencionar profesionalmente hablando, aquella grabación que hicimos en 1985 junto a otros artistas que se llamó “Argentina es nuestro hogar”, programas de televisión donde nos tocó compartir espacios, festivales, eventos, en fin… pero no tengo ánimo para escribirlas, solo quiero dejar testimonio de mi pesar por su partida física, de mi tristeza inevitable por saber que nunca más nos cruzaremos en algún canal, alguna radio, alguna fiesta, alguna calle de Buenos Aires y volver a reírme con sus ocurrencias, sus anécdotas y sentir su sincero cariño como cada vez que lo veía, me demostraba.
Chau Tano querido… Te vamos a extrañar… QEPD.
GIAN FRANCO PAGLIARO X GIAN FRANCO PAGLIARO
Nací un 26 de julio en Nápoles, Italia, cerca del mar y lejos de Argentina.
Soy del signo de Leo, lo digo porque hay gente que piensa que mi signo o cualquier otro signo es muy importante para una biografía, tanto que, a veces, es más importante que la biografía misma. Debe ser cierto. He leído biografías insignificantes escritas por gente importante y biografías importantes escritas por gente insignificante, en ambos casos, lo único que me quedaba en claro era el signo del zodíaco del protagonista.
Comencé a cantar en el baño de mi casa. Todos los cantantes se iniciaron en algún baño de alguna casa, por si no lo saben. Mi papá quería que yo fuese arquitecto, menos mal que no le di bola, si no, a estas horas, estaría manejando un taxi. Me animé a cantar en público por la insistencia de algunos amigos que no creían en el fondo en mí, por el apoyo de una novia que sí creía en mí - la recompensé casándome con ella para siempre - y por mi mamá, que sigue cantando bien y piensa que, por ser su hijo, heredé sus dotes vocales. No siempre heredamos lo mejor de nuestros padres.
Una vez fui a vocalizar y el maestro de canto me dijo que mi voz era grave, ronca, sucia y rota y que de ninguna manera iba a poder cantar en el Teatro Colón, uno de los teatros líricos más prestigiados del mundo donde un equipo de voces desafinadas goleó una de las acústicas peor defendidas del universo musical. Tenía razón, nunca canté en el Colón. Canté en cambio tan sólo por toda América, menos Brasil, que hablan portugués, y EE.UU., que hablan yanqui. Esos dos países se los dejé a Sinatra, que es itálico como yo, y a Julio Iglesias, un español padre de Enrique Iglesias, un gallego que canta en inglés.
La primera vez que di una prueba para grabar un disco, el director artístico, que tenía más vueltas que una oreja, me tuvo frente a un micrófono cantando como un boludo un par de meses. “Tenés una voz rara - me diagnosticó como quien descubre una enfermedad nueva - una voz dudosa, con un color extraño, una tesitura modesta, con buena presencia y un fraseo desordenado, puede ser y no puede ser, puede pegar y puede no joder a nadie, la veo y no la veo”, y no la vio. Otros la vieron y desde entonces llevo grabado 34 discos con más de 40ediciones, con más de 200 canciones mías, unas cuantas ajenas y algunos millones de placas vendidas en todo el mundo de habla hispana.
Después de haber grabado varios singles en italiano,(estuve primero en el ranking con “Ciao amore Ciao” en el 67), en 1968 grabo en castellano dos canciones,“Otra vez en el mismo bar” y “Este amor”, que me colocan definitivamente en el mercado de la música latinoamericana. En 1970 gano por unanimidad el IV Festival Buenos Aires de la Canción, con “Las cosas que me alejan de ti”, un tema contestatario y romántico a la vez, que cuestionaba la realidad argentina. Al año siguiente participé con una canción épica, de denuncia, premonitoria, con un fuerte contenido social: “Yo te nombro”. Fue la favorita del público. El jurado la bochó. La gente silbó al jurado, el jurado se ofendió, se armó un escándalo sin precedente y vía satélite, la Sociedad Argentina de Locutores amenazó con querellarme por difamación, el Festival dejó de hacerse y yo posicioné mi nombre en las listas negras que se confeccionaban en las radios, en los canales de televisión y en las redacciones de los diarios. Eran tiempos de militares y afines.
En 1974 me convierto en un boom autoral con dos temas:”Amigos míos me enamoré” y “Vendrás con el mar, las uvas y el sol” que ya había sido un éxito en 1969. Ese mismo año, 1974, grabo para RCA Víctor, un disco ideológicamente “pesado” y a la vez irreverente, con temas como La balada del boludo, Confesiones de un cantante de protesta, Hasta siempre, Canción para Chile, Yo te nombro, Soldadito boliviano, Guillermina o el infantilismo de la izquierda y otros. Pero ya estaban actuando en la Argentina las Tres A, Alianza Argentina Anticomunista, sembrando miedo y pánico en la sociedad y la compañía destruyó las grabaciones. Eran tiempos de autocensura y sálvese quien pueda.
- Todos los barcos todos los pájaros - Yo vengo de todas partes - No te vayas, entonces - Un ramito de violetas - El extranjero - Si me olvidas te olvido - Cuidado con el loco – Guajira de la amistad –- A mi manera – Ámame ahora -– El italiano –Este amor desordenado - Ho capito che ti amo – Amante mía – Rosa – El último romántico – son, junto a los demás temas, los éxitos oportunos que me han permitido sobrevivir contradiciendo las leyes de mercado.
Tengo varios hobbies, colecciono, por ejemplo, material descartable de estos últimos lustros: afectos, recuerdos, quimeras, emociones, palabras en desuso, canciones olvidadas, algunos gestos gentiles, preguntas pasadas de moda, entrevistas a gente que fue famosa y que nadie recuerda que fue famosa para que no me olvide que la fama es puro cuento; también tengo la manía de abrir la jaula de los canarios que no son míos, cortar alambrados que no son míos, robar las flores del vecino que no son mías, las manzanas de la frutería del barrio que tampoco son mías, escribir en los muros que nunca fueron míos lo que se me ocurre y, de vez en cuando, cuando me animo, tengo la peculiar costumbre de tocar el culo a quienes me han tocado el culo tantísimas veces. Y, además, me gusta leer.
Soy una maquina de leer. Devoro los chismes de las revistas faranduleras, los avisos clasificados, los horóscopos de la semana para saber lo que no debo hacer, el boletín meteorológico para que la lluvia no me tome desprevenido y sin paraguas, la pagina policial para informarme quien cayó preso por robar una gallina y quien salió a los cinco minutos por estafar unos cuantos millones al estado y a la gente, la sección de deportes para enterarme a quien mataron en la cancha, pero por sobre todas las cosas, leo poesía. No es un chiste. Leo poesía de la “grossa”. Hasta musicalicé a algunos poetas como Bécquer, Martí, Darío, Neruda. Los poetas son los más grandes que hay, como el dulce de leche, Gardel, el rock argentino, el tango japonés, Cambalache, la vieja y Pappo el gran rokero, que no era poeta pero quería a la vieja y fue guitarrista mío a los 17 años.. Si yo escribiera como los poetas que me gustan, no haría una sola canción, como no escribo como ellos, hago canciones. Algunas son buenas, otras no tanto, algunas son famosas e hicieron famosos a varios artistas, - Jairo (Argentina), Héctor Cabrera (Venezuela), Isabel Aldunate (Chile), Sanampay (México) - otras es mejor olvidarlas, y otras, las menos conocidas, los lados B de los discos, las que no se difunden, son, como era de suponer, las que más me gustan.
Filmé una película dirigida por Leonardo Favio, “Soñar, soñar”, junto a Carlos Monzón, que se estrenó en el 76, el año en que se fue a pique Isabel Perón y con ella Favio, yo, Monzón, la película, la libertad, la esperanza y la vida de mucha gente, menos la gente linda de la revista Gente.
En fin, son cosas de la vida o las cosas del poder que no siempre es querer. “Todo pasa y todo queda”, decía el poeta. Si queda lo que tiene que pasar no me gusta el verso. Este mal olor globalizado, si se queda, hace el aire irrespirable. Sí lo sé, son versos, frases. Son lindas las frases y oportunas en ciertas ocasiones. Mi frase preferida es esa que “nadie puede zambullirse dos veces en el mismo río”, de un viejo filosofo griego amigo de los pobres, Onássis.
Últimamente me preocupa el hecho de que nadie me haya propuesto, en todos estos años, una intendencia, una pequeña secretaría de cultura de una pequeña aldea, ni una ignorante secretaria de grandes proporciones. Es una lastima, podría haber dado lo mejor de mí o lo peor. Para aquellos que no lo saben o lo han olvidado, les diré que fui el campeón olímpico de la canción de protesta del 70 al 74, cuando no entregaban medallas ni pergaminos y nadie anotaba ni registraba nada por las dudas. Cuando las Secretarías de cultura, lejos de contratarte, te censuraban o te perseguían. Quedaron algunas pruebas sin embargo: canciones, culpas, vergüenza y desaparecidos.
En realidad nunca fui una maravilla, ni la mujer maravilla, ni la séptima maravilla, ni la octava, porque la octava maravilla es esa pantallita en donde uno aparece y luego existe: la Televisión.