Los premios Grammy fueron creados
por la Recording Academy ,
una asociación de estadounidenses relacionados profesionalmente con la
industria de la música, para reconocer a los artistas y sus grabaciones más
destacadas en el mundo musical. Es un premio reconocido como el equivalente al
‘Oscar’, pero en el universo de la música. Como los mismos ‘Oscars’, los Grammy
se otorgan por votación y no por popularidad como ocurre con los American Music
Awards y los Billboard Music Awards.
Desde el año 2000, debido a la
creciente importancia del mercado y la producción de música en el ámbito de
América Latina y entre la población latina de Estados Unidos, se lleva a cabo
la entrega de los premios Grammy Latino, que se dividen en 50 categorías y se
entregan todos los años en el mes de noviembre; este año, la ceremonia es el
día 15 y ya están seleccionados los candidatos de esta nueva emisión.
Lamentablemente, las apariciones
de artistas argentinos en las listas es muy escasa y en mi humilde opinión, se
debe a la deplorable performance de los encargados de manejar la industria en
nuestro país. Desde hace un largo tiempo a esta parte, los actuales directores
artísticos, ejecutivos y comerciales de las compañías discográficas no se
encuentran a la altura de las circunstancias, ya que han dejado de lado la
esencia que históricamente identificó a Argentina como uno de los países más
prolíficos en cuanto a artistas se refiere. Se apartaron de la pasión, del
fuego sagrado que se necesita para producir y editar música; se olvidaron de
confiar en sus instintos, de creer en los artistas, de apostar a sus percepciones.
Ya no les interesa apoyar bandas, solistas, autores, compositores… solo quieren
el negocio, y no se dan cuenta (siguen sin darse cuenta) que el mejor beneficio
es estimular, respaldar y favorecer el talento.
¿Por qué Argentina solo tiene
cinco representantes nominados en el premio más importante de la música? Porque
los responsables de dirigir, elegir y decidir en la industria nacional, no se
hacen cargo de sus compromisos, no asumen sus obligaciones ejecutivas, que justamente,
son las de ejecutar, elaborar, emprender y efectivizar la producción, la nueva
producción y la ya instalada desde hace décadas. Han dejado a un costado lo más
importante: el talento, que hay de sobra y muy bueno.
Cientos de grupos de chicos y
solistas que hacen rock, pop, cumbia, reggae, melódico, folclore, tango y
cuanto ritmo exista, tienen que hacer el esfuerzo personal de solventar su
disco o generar trabajo por propia iniciativa para poder desarrollarse dentro
del arte, cuando lo que correspondería sería que la misma industria los
recibiera, los cobijara y los impulsara. Ese hecho, natural y habitual en otras
épocas, hoy es algo fuera de lo común, que genera sorpresa cuando sucede; por
eso no me asombra que solo cinco artistas argentinos sean candidatos en los
premios Grammy Latino.
Luciano Pereyra en la terna de
Mejor disco folk., Lisandro Aristimuño, que competirá como Mejor disco
alternativo, Rosario Ortega y Débora De Corral, nominadas a Mejor artista nuevo
y Catupecu Machu, único artista de rock, incluido en la lista para pugnar por
el Mejor video, son los representantes de nuestro país, además de la categoría
Mejor disco de tango, donde obviamente participan argentinos por ser el tango
nuestro ritmo autóctono con Susana Rinaldi y su producción “Experimentando”,
Tango Vip de sus creadores Ricardo Requejo y Javier Ortega con “Grandes varones
del tango” y el Cuartetango String Quartet de Leonardo Suárez Paz con “Master
of bandoneón”.
Es triste y lamentable que la
industria musical argentina haya perdido su lugar en el plano internacional, ya
que siempre se caracterizó por ser punta de lanza y generadora de artistas con
trascendencia y hoy es ampliamente superada por el buen trabajo realizado en países
como México, Colombia, Venezuela, Brasil, Puerto Rico, Chile, Perú y Ecuador,
entre otros.
Hace años que vengo expresando públicamente
mi disconformidad con los que ocupan altos cargos en las compañías
discográficas argentinas y filiales nacionales de multinacionales que todavía
trabajan en nuestro país, por la endeble labor y limitada tarea que realizan en
pos de incentivar y producir artistas nacionales.
Deseo fervientemente que esta
aciaga realidad artística dentro del mundo de la música se revierta en algún
momento y volvamos a ocupar el espacio preponderante que supimos desempeñar en
otras épocas, cuando los ejecutivos, directores artísticos y productores que
vivían de la música pensaban un poco más en el arte, solo un poco más, que en el
negocio en si mismo.