Después de estar alejado de las
redes sociales durante unos meses, puedo dar fe de varias cosas: Primero, que no
pasa nada, todo sigue su curso; segundo, que se gana bastante tiempo propio;
tercero, que poca gente nota la ausencia y además, no tener presencia, tampoco
es crucial; cuarto, uno pasa por alto algunos cumpleaños y aniversarios, que a
esta altura del partido, hasta casi es mejor que suceda; quinto, se puede
descansar la vista y también reposar la mano y los dedos que se emplean con el
‘mouse’ y el teclado; y sexto, quedamos definitivamente al margen de los
estereotipos que afectan la convivencia tecnológica, que nos ha ido absorbiendo
a todos los que deambulamos por internet.
Para ser sincero, no lo sufrí,
tampoco lo disfruté… simplemente, me abstuve por un tiempo de no participar
cotidianamente en las tres aplicaciones que parecieran ser el centro de
nuestras vidas actuales (Facebook, Twitter e Instagram) y si bien, los primeros
días transité con rareza el hecho de no publicar fotos y comentarios, por el
simple hábito de generarlo, después volví a adaptarme a no hacerlo. Los seres
humanos somos animales de costumbres y evidentemente, cuando nos amoldamos a
algo, nos cuesta desprendernos o modificarlo, pero en esta ocasión, no fue así.
La forma que tengo de relacionarme en esta cotidiana estructura social
tecnológica, básicamente, es a partir de mi profesión, con señales puntuales de
trabajo, algunos detalles autorreferenciales y determinados recuerdos de amistad
y familia. La comunicación directa que nos posibilita el sistema, día a día, es
lo que más valoro y rescato, por eso regreso complaciente y atento.
Como mencioné, siento que las
redes sociales, en cierto aspecto, se han transformado en parte de nuestras
vidas y aunque uno no quiera, todos dependemos de lo que aquí pasa, ya sea para
informarse, para opinar, para intercambiar o simplemente para observar. Esta nueva
práctica social nos ubica en un lugar de comunicación intenso, que ciertamente posibilita
el intercambio directo e inmediato, a veces, con ciertas dosis vehementes de
confrontación, y eso me molesta y desgasta bastante, también. Es verdad que involucrarse
o no, es una decisión propia, pero dado que estamos inmersos en un mundo
globalizado, es muy difícil marginarse de lo que ocurre en el mundo, por ende,
en este universo cibernético. Mi elección al respecto, es a través del respeto,
la consideración, la tolerancia y la cortesía, todo lo que roce la
irreverencia, la grosería y la injuria, pasa de mí.
No es novedad que hoy, cualquiera
dice cualquier cosa de cualquiera sin tapujos, y eso tampoco me interesa… Una
cosa es opinar desde la propia creencia abierta y sincera o fundamentar los comentarios
vertidos, y otra muy distinta, es agraviar, deshonrar o humillar sin pruebas ni
evidencias concretas y determinadas. Mientras pueda, prefiero seguir mi camino en
las redes digitales por medio de la concordia, el equilibrio y la armonía, con
el mismo espíritu consonante que siempre he aplicado.
Regreso al ciberespacio con la
alegría que producen los reencuentros; con la misma calidez, ponderación y
afecto que me brinda la gran mayoría de las personas que intercambian comentarios
y pensamientos conmigo. Buona fortuna per tutti!
Que interesante tus apreciaciones Orlando. A la altura de una clase magistral, de presentación de argumentos sólidos y válidos para el análisis sociológico e histórico. La experiencia y vivencias te hicieron también cientista social. No dudo en que todas tus apreciaciones ingresan dentro de un marco cultural altamente significativo. Cuando te leí recordé el efecto sobre mí: el insomnio y un año en Madrid.
ResponderEliminarTodas las personas que estamos inmersas dentro del ciberespacio tarde o temprano recibimos algún impacto mayor o menor que sobrepasa nuestra voluntad. Como si en algún momento el accionar de uno es en realidad producto de un accionar colectivo. Lo importante de todo ello, es la percepción, ese "darse cuenta", que hay algo que no está bien, con lo que ya no estamos a gusto o diversas sensaciones que sobrepasan el espíritu humano. En dicho aplazamiento es importante retomar aquellos recursos de anclaje propios de un tiempo atrás y que también los podemos enlazar en los tiempos actuales, en este S.XXI. Por ejemplo, cuando te referís al tiempo propio, que es un reencuentro con uno mismo y que seguramente te parecieron como "unas vacaciones de la realidad virtual". Es otra realidad, si. Pero estoy segura que a pesar de que ambos aprendimos a convivir con las cuestiones tecnológicas y establecer limites propios, es la realidad de antaño la que nos hace amarnos. Cuando escribís, siento que me estoy leyendo. Y te siento. Es una real conexión que supera la conectividad que demandan estos tiempos cuya duración finaliza antes de darnos un beso.
Las cosas que te sucedieron, también las pude comprobar. Pero ciertamente me di cuenta de tu ausencia y principalmente te interpreté con tal evidencia y te respeté. Sinceramente tu presencia y ausencia me provocan valorarte aún más, admirarte, apreciar que estás del otro lado, que me puedo leer en tus palabras cuando escribís, que sos vos, la autenticidad de tu ser. No cualquiera desnuda su ser con la calidad y precisión con que lo haces, esa delimitación y a la vez exponiendo los límites sobre cuestiones que tanto a vos como a muchos nos molestan. Porque sabes qué? Pocos están oyendo o escuchando por acá, donde hay millones de voces que sólo quieren ensuciar. Si al leerte puedo abstraer y oírte, recibo tu voz por mis oídos y si entiendo aquello que puedo oír con la comprensión de mi sentido racional y emocional, te puedo escuchar.
Y yo recibo con mucho entusiasmo y emoción tus palabras. No me pasan de largo, a la velocidad de las redes. Por el contrario, tus palabras se alojan en mis redes neuronales. Me haces sentir, me haces pensar, me haces querer seguir adelante, me haces disfrutar tanto de las notas que pasan por mi voz, siento amar en ese momento. Y si, extrañé leerte. Pero comprendo muchas cosas a esta altura de la vida y no tuve que viajar a Madrid en esta oportunidad! Aunque viajar es un placer. Leerte es un placer. El lenguaje con el que te comunicas con tus pensamientos, emociones, sensibilidad y deseos, son aspectos suficientes para saberte autónomo en estas cuestiones de la hiperactividad. Sabemos cuándo dejar de lado los entornos virtuales, cuándo utilizar estas herramientas a nuestro favor para trabajo, creatividad,informarnos, entre otros.
Aquello que también te hace discernir entre una realidad tangible y una virtual, son tus valores, tus máximas que tienen gran influencia sobre todo aquello de lo que sos capaz y que es esa gran luz en tus ojos, que te hacen congruente con tu persona; que denotan tu integridad, tu verdad, tu convivencia con el presente, tu disfrute con las cosas que haces, tu sensibilidad ante la necesidad de los demás y tus anhelos de querer mejorar día a día.
Muchas gracias siempre!
Marisa.