Entiendo que el mundo que nos espera después de
la Pandemia que estamos atravesando, será complejo, extraño y, seguramente, en
muchos aspectos, desconocido; además comprendo que habrá muchas cosas a las
cuales nos deberemos adaptar y tendremos que acostumbrar, según las ocupaciones
y actividades de cada uno, pero también pienso que, más allá de las profesiones
y distintas alternativas, no podemos dejarnos manejar como ovejas de corral,
aceptando y acatando órdenes por el solo hecho de que “el sistema así lo
impone” o “es lo que hay que hacer” o “no queda otra que acceder”. No hablo de
cuarentenas, aislamientos y cuidados personales, eso no está en discusión, hay
que resguardarse para tratar de no contagiarnos, ni contagiar a otros; me refiero
a ciertas resoluciones y exigencias que estoy empezando a vislumbrar en ciertos
ámbitos, uno de ellos, el que me incumbe, el artístico, donde se comienzan a consignar
métodos y normativas que se deciden, según las conveniencias e intereses, sin consultar
o, por lo menos, comentar, con quienes son los protagonistas en cuestión. El
refrán dice “A río revuelto, ganancia de pescador” y, según las noticias que
hablan sobre un acuerdo de la Asociación Civil de Managers de Música Argentinos
con el Ministerio de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, se perciben algunos
‘pescadores’ astutos y sagaces que toman el río como propio y avanzan por sus
aguas con botes que no le pertenecen a la pesca de gente en circunstancias
difíciles, muchos, en situaciones extremas y angustiantes, en cuanto a economía
se refiere. Hablan de protocolos estipulados, de formas para implementar la
iniciativa, de organigramas, tareas y presentaciones, orgullosos por haber
logrado el permiso para realizar actividades musicales por ‘streaming’, pero no
hacen referencia con quién o quiénes hablaron de los artistas para llevar
adelante esta decisión. Un segmento de personas que conducen no son todos, una
fracción de integrantes, no es la totalidad de componentes. Hace 35 años que
soy cantante, he grabado 12 discos, trabajo por muchos países de Latinoamérica,
también soy productor, realizo espectáculos en mi país y en otros lugares del
mundo, y a esta altura de la vida, si bien, hoy, no tengo la trascendencia
masiva en cuanto a ventas discográficas y convocatoria popular que tuve en años
anteriores, hecho que quizás para algunos es motivo central para requerir
explicaciones, tengo orgullo personal y suficiente amor propio para no dejarme manipular
por terceros. Quizás nunca haga un show por internet, quizás sí grabe un disco
nuevo, no sé, pero más allá de las circunstancias, los artistas en sí, los
músicos, los cantantes, los ingenieros, los técnicos, los operadores, todos los
que conformamos el mundo del entretenimiento, tenemos el derecho de disponer y
determinar cómo actuar, de qué manera hacerlo y dónde llevarlo a cabo, siempre
cumpliendo las reglas que haya que formalizar, por supuesto, pero con real
autonomía para trabajar, y no por dictamen de un grupo de personas que
representan a otros, que, en definitiva, son los ejes de la profesión musical.
En definitiva, si se puede ensayar, grabar y tocar en vivo, pero sin público,
con especificaciones un poco confusas, como el distanciamiento entre personas
de dos metros de distancia en lugares que no tienen el espacio suficiente para
tal fin, necesitando asistentes y técnicos, además de los músicos participantes,
conformando un grupo de personas mayor a lo que supuestamente debería haber
presente, estipulando, también de forma presunta, la limpieza correspondiente
en instrumentos, equipos, consolas, zapatos, ropa y sitio en cuestión, según el
protocolo, hecho bastante complejo de llevar a cabo con la rigurosidad que
correspondería y otro cúmulo de requerimientos de enigmático cumplimiento, que
demandaría mucho dinero para concebirlos, entonces, las preguntas son: ¿Qué se
hace? ¿Dónde se ensambla? ¿Cómo se cumple? Todo muy difuso, poco claro y bastante
incierto. Con el interrogante mayor: ¿Es productivo para quién o quiénes, esta
nueva estructura ‘pandémica’ de encarar el trabajo artístico? Por lo que
alcanzo a discernir, para muy pocos, por lo menos, para la gran mayoría de los
artistas es casi absurdo el hipotético honorario que recibirían. No tengo las respuestas
ni las soluciones. No estoy en contra de nadie, ni va dirigido a alguien puntual
esta inquietud, al contrario, trato de reflexionar y hacer considerar a favor
de los que formamos parte del ámbito artístico para encontrar alternativas que
realmente sean efectivas, válidas y provechosas para todos en general, no
solamente para un sector selecto y minoritario. Si esta situación extrema que
atravesamos no sirve para darnos cuenta que es hora de empezar a ser menos
egoístas, menos individualistas y más solidarios y equitativos, seguiremos
inmersos en la misma senda ingrata y mezquina que venimos acarreando por
décadas.
MOTIVO
Espacio dedicado a toda clase de comentario libre y espontáneo, despojado de intereses de cualquier tipo (y mujer)
lunes, 8 de junio de 2020
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