Estamos inmersos en una época muy difícil a nivel social, político y humano. Las cosas sombrías, siniestras y trágicas que ocurren día a día en muchos aspectos, nos arrastran a encarar la vida de dos maneras: comprometiéndose o desinteresándose. Mi forma de ser hace que no pueda abstraerme de la cruda realidad y me involucro emocionalmente, a veces muy a mi pesar, y eso me afecta, me aflige y me entristece. No puedo evitarlo, es mi forma de ser. Los hechos acontecidos ayer en el partido entre Independiente de Argentina y Universidad de Chile, fueron aterradores, espeluznantes, pavorosos y no existe explicación lógica a semejante barbarie humana. En muchos comentarios, leí y escuché calificar a los involucrados en el terrorífico enfrentamiento entre hinchas, las palabras bestias, fieras, animales y sinceramente, creo que es un error adjetivarlos así, porque los animales pueden tener instintos salvajes, justamente, porque no son seres racionales y su naturaleza los hace actuar, en muchos casos, brutalmente, pero, más allá de esto, muchos animales tienen capacidades superiores a los humanos y no se deberían comparar. Esos “humanos” que ayer se atacaron inhumanamente, sanguinariamente, no se pueden equiparar con los animales porque sus mentes y almas están definitivamente perdidas, precisamente, porque, aunque sus existencias se encuentren dañadas y sus mentes estén maltratadas por distintas circunstancias de la vida, ellos sí pueden utilizar el intelecto, el razonamiento, la reflexión y a pesar de eso, no lo hicieron y decidieron atacar ferozmente como los abominables y repulsivos sujetos que son. Esto tiene un trasfondo intelectual que va mucho más allá del fútbol y habría que analizarlo desde otras perspectivas sociales que empiezan en la educación (tan agredida y degradada), siguen con los valores (cada vez más desvalorizados) y concluyen con el respeto (casi inexistente).
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