Apenas quedan un par de días
para cerrar el 2013 y como de costumbre, cuando se acercan las últimas jornadas del
año, hacemos balances, reflexionamos sobre lo ya realizado, evaluamos lo que
está por venir y se entremezclan las sensaciones; recorremos distintos estados
de ánimo que hacen de los sentimientos
surgidos en forma natural, un recorrido activo por los vaivenes de la
cotidianeidad y el futuro. Repasamos los hechos positivos, los inoportunos, los
momentos felices, los inconvenientes, los sucesos alegres, sorpresivos,
divertidos, molestos, los reencuentros, desencuentros, las circunstancias
placenteras, las discusiones, los amores, desamores, nostalgias, recuerdos,
esperanzas, sueños, realidades… en fin… lo de siempre, lo que todos transitamos
año tras año.
Lo que más valoro de este
repaso al que hago referencia, es que una gran mayoría de personas lo hacemos
despojados de cargas externas, conflictos y beligerancias, rescatando lo
positivo, lo auténtico, lo provechoso, sin dejar de lado los tristes
acontecimientos sociales que vivimos en nuestra querida Argentina desde hace
algunas semanas, que afectan a muchos ciudadanos y lamentablemente intensifican
y exacerban antinomias políticas y puntos de vista alejados, muy distantes,
casi irreconciliables, de manera penosa y angustiante.
La mejor forma de recobrar la
armonía, el ánimo, los buenos deseos, es a partir de la calma, la concordancia,
la inteligencia y el equilibrio, sin perder nunca el objetivo del bien común,
de la unidad, el entendimiento y la fraternidad, por más que ciertas
injusticias sociales existan y por momentos, nos sobrepasen y provoquen ira.
No me he transformado en un pensador
reflexivo budista, ni en un discípulo directo de Mahatma Ghandi, aunque mucho
me gustaría acercarme a su filosofía y llevarla a la práctica en el día a día
(pero se hace difícil), solamente intento resguardarme y preservar a los que
quiero y me quieren, y también a aquellos que están cerca mío, de las energías
negativas y los malos pensamientos, porque estoy convencido que todo lo que uno
genera para bien, vuelve bien y aquello que se acompaña con rencor, desprecio y
rabia, regresa también del mismo modo.
Si lastimamos o defraudamos a
alguien, siempre, lo mejor es pedir perdón, de la misma manera que es muy
gratificante perdonar a quienes quizás hayan actuado igual con nosotros; nadie
es perfecto y ninguno hace todo bien, así que creo que es muy saludable para el
espíritu y el alma, intentar llevar a la práctica esta idea, aunque sea una
actitud egoísta, por el solo hecho de sentirse bien uno, ya que además podemos
generar algo parecido en el otro.
“Ama a tu prójimo como te
amas a ti mismo” sentenció hace dos mil años Jesús de Nazareth y cabe preguntarse
dadas las actitudes y circunstancias actuales de la humanidad: ¿Cómo hacer para
amar al prójimo si ni siquiera nos amamos a nosotros mismos? Simplemente, es
una reflexión que comparto con los que se acercan por aquí de vez en cuando,
porque desde hace un largo tiempo a esta parte, me da vueltas por la cabeza la
idea frecuente, insistente, de hacer el esfuerzo por tratar de ser mejor
persona cada día, aunque no esté de moda, ni tenga repercusión mediática, ni
sea noticia, ni salga en televisión. Es lo que trato de inculcarles a mis
hijos, lo que pruebo llevar a cabo a diario en la medida de mis posibilidades y
lo que les sugiero que hagan, aunque sea, reitero, por individualismo y bien
propio.
A nivel personal, debo
agradecer la fortuna de contar con salud, fundamentalmente, y tener el amor de
mi familia, amigos y todos aquellos que gracias al contacto directo que
facilitan hoy las comunicaciones, me hacen saber su cariño, afecto y calidez
desde distintos lugares del mundo que he tenido y tengo la suerte de recorrer
con mi profesión desde hace tanto tiempo. Gracias por hacerme llegar su aprecio
y sentimiento a todos los que me escriben desde Uruguay, Bolivia, Chile,
Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú, Paraguay, República Dominicana, Nicaragua,
Venezuela, México, Estados Unidos, España, Italia, Grecia y algún otro país que
quizás me queda en el tintero. Gracias, también a mis amigas y amigos de
Argentina que siguen compartiendo calurosamente mis canciones, a quienes les
debo ese cariño firme y duradero.
Les deseo una buena vida a
todos, nos deseo lo mejor en conjunto, que podamos seguir soñando, deseando,
anhelando y que esos sueños, deseos y anhelos se vayan haciendo realidad, a
pesar de los esfuerzos y contrariedades, que se puedan ir cumpliendo los objetivos
planteados con salud, amor… y un poco de dinero, ¿por qué no?, rodeados de la
gente querida, recordando a los ausentes amados y disfrutando la vida con fe y
optimismo.
¡FELIZ 2014!