La diferencia entre creerse inteligente y serlo, concretamente, es que los primeros, subestiman, menosprecian y desestiman todo
pensamiento que no coincide con el suyo y actúan en consecuencia, sosteniendo
ser los dueños de la verdad, transformándose, más que en lúcidos, ingeniosos y
perspicaces, en todo lo contrario; y los segundos, evalúan, aprecian y
capitalizan los propósitos ajenos en beneficio propio. La persona inteligente
sabe dar un paso hacia adelante y no anclarse en el pasado, conoce sus
debilidades y fortalezas, trata de mejorarse continuamente, no le asustan las
modificaciones, es dueña de su propio tiempo y decide cómo emplear su energía
en pos del beneficio de su entorno, aprecia y valora lo que ya tiene, pone
límites cuando es necesario y cede espacios cuando hace falta, se enfoca en lo
positivo, aún en la adversidad, no busca nunca la perfección, reconoce sus
errores y los rectifica, y lo más importante: sabe reconocer sus sentimientos y
los de los demás. Existe una gran disparidad entre creerse inteligente y serlo
verdaderamente, por eso, las personas realmente inteligentes, deslumbran,
sorprenden, encantan y entusiasman. Reflexiones que me surgen de la
realidad que vivimos…
MOTIVO
Espacio dedicado a toda clase de comentario libre y espontáneo, despojado de intereses de cualquier tipo (y mujer)
jueves, 23 de mayo de 2019
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