Hace un tiempo, leí una frase que refleja lo que pienso sobre la juventud; “Ser joven, más que una edad, es un estado del corazón”. Los años son indefectiblemente irreversibles y el paso del tiempo acarrea ciertas características inevitables que el cuerpo no puede ocultar, pero si el espíritu se mantiene pujante, alegre y activo, todo lo físico se amortigua con armonía y gratificación. La juventud es hermosa, pujante, esperanzadora, avasallante, desprejuiciada, algo inconsciente, aventurera, intrigante, inquieta y bella, muy bella. Cualquier persona joven reúne encantos que en otra etapa de la vida no se poseen. Cuando somos jóvenes, los sueños se pueden transformar en realidades, las ilusiones son capaces de materializarse, las ansias logran objetivos, el solo deseo alcanza para avanzar en lo que nos propongamos y la esperanza es el motor que nos moviliza. Me gustó mucho ser joven, lo disfruté, lo aproveché, lo gocé, me divertí, me alegré, me arriesgué y todo eso lo traté de mantener en el tiempo, a medida que fui creciendo. Hoy continúo atesorando esa esencia que sustenté de pibe y trato de no darle entidad a los prejuicios que suponen ser “grande”. En la actualidad, no soy un ‘tiro al aire’, ni un ‘petardo’, como pude haberlo sido en algunos pasajes remotos del camino recorrido, pero tampoco me dejo atrapar por los parámetros implícitamente determinados que la edad suele estipular a medida que crecemos. La juventud nos aleja de las tristezas, los rencores, las dudas, los miedos y nos brinda fortaleza, esperanza, energía, ánimo, potencia, vitalidad, y eso es lo que intento conservar. Amo a la juventud, a los jóvenes, a sus rebeldías, idealizaciones, fantasías, teorías, hipótesis, conjeturas, concreciones… y entiendo, también, sus errores y desaciertos, por eso, afronto la madurez con las mismas características, sin dejar de saber que hay momentos y momentos en la vida donde se pueden llevar a cabo ciertas cosas que corresponden a la época y otras que no serían muy adecuadas y rozarían la desubicación o el patetismo, de hacerlas a destiempo. Me adapto, me asumo y me agrado como soy hoy, interna y externamente, sin nostalgia por el que fui, con gratitud por lo que transité y con ilusión y vigor por lo que habré de vivir. Agradezco al destino, el camino que me trazó; a mis padres, la enseñanza y la felicidad que me concedieron, a mi familia por su amor y contención permanente, a mis amigos, por entregarme la ‘hermandad elegida’ y a la gente que, para mí no solo es “gente”, ni “publico”, ni “espectadores/as”, ni “admiradores/as”, son personas queridas que me han acompañado, y lo siguen haciendo, a través del tiempo, en muchas partes de Latinoamérica. Los habitantes de muchos países me hicieron muy feliz en mi recorrido artístico y en la actualidad, me continúan brindando su cariño, su afecto y su amor gracias a mis canciones. Mi gratitud sincera y sentida a todas, a todos, por las constantes demostraciones de aprecio, simpatía e interés a lo largo de este extenso tiempo compartido. Valoro enormemente su cariño manifiesto, su amor explícito, que se mantiene latente desde hace casi cuatro décadas. Gracias por aquel pasado y este presente.
MOTIVO
Espacio dedicado a toda clase de comentario libre y espontáneo, despojado de intereses de cualquier tipo (y mujer)
sábado, 9 de diciembre de 2023
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