Si todos queremos lo mismo, si los distintos partidos
políticos plantean temas similares entre sí para mejorar y solucionar, si los
candidatos, con diferentes palabras, proponen en mayor o menor medida,
parecidas propuestas para el bien común, si todos los ciudadanos argentinos
coincidimos en vivir mejor, con mayor educación, más seguridad, mejor salud, más
igualdad… (bueno, creo que en este tema puntual, existe un sector económico que
no está muy de acuerdo, pero, en fin…), pregunto, me pregunto, nos pregunto,
les pregunto: ¿ Por qué nos peleamos tanto ?
Sinceramente, no encuentro una respuesta coherente, racional
que dilucide concretamente la confrontación permanente y extrema que nos desborda
desde hace algún tiempo a esta parte.
Si bien, soy consciente que es muy difícil coincidir entre
todos y ponernos de acuerdo completamente, porque justamente la diversidad de pensamientos
es lo que nos moviliza y en cierta medida, produce avances a lo largo de la
historia, no hallo una explicación lógica al cruce continuo de ideas desde la
irreverencia, el descreimiento, la irritabilidad, la intolerancia, la agresión,
la insolencia y falta de respeto reiterada; me cuesta aceptar que la sociedad, nuestra
sociedad, nosotros mismos, no sepamos, ni podamos sobrellevar distintas ideas, en
un marco de consideración y tolerancia, que seguramente ayudaría mucho más a la
democracia que todos, o casi todos, queremos, pretendemos, anhelamos.
Reconozco que muchas veces, yo mismo me apasiono y exalto en
conversaciones referidas a la política, trasponiendo el debate o intercambio de
opiniones hacia una contienda verbal, que roza una disputa pugilística más que a
la reciprocidad ideológica, y no debería ser así o no tendría que serlo.
Indudablemente, estamos divididos y ninguna fragmentación es positiva, mucho
menos cuando uno u otro sector, o los dos, si así se quiere, emplean
mecanismos difamatorios, agresivos, provocadores y descalificatorios.
Todos queremos que se mejoren las condiciones de vida, todos
deseamos que se garantice un funcionamiento excelso de escuelas y
universidades, todos ambicionamos hospitales y sanatorios más y mejor equipados,
todos ansiamos un país seguro, sin delincuencia, sin robos, ni muertes, sin
violaciones ni secuestros, todos aspiramos a que haya más centros culturales, más
espacios de áreas de estudio, más desarrollo industrial, mejor esquema
judicial, más inversión tecnológica y científica, mejores estaciones policiales,
más patrullas, mejor capacitación y educación para los jóvenes en estado de
vulnerabilidad, mejoramiento del transporte público, todos pretendemos la
creación de nuevas instituciones, mayores y mejores planes sociales, mejoras
edilicias en salud, educación y seguridad, construcción de viviendas en zonas
marginales, agilización del sistema judicial, fortalecimiento de la lucha
contra la corrupción, elaboración de programas para sectores vulnerables, etc,
etc, etc.
Todos deseamos lo mismo. Todos preferimos lo mismo. Todos queremos
lo mismo. Entonces, ¿por qué no nos ponemos de acuerdo?... ¿Será la codicia
exagerada, que no nos deja avanzar? ¿Será el excesivo afán que no nos permite
concordar? ¿Será la ambición desmedida, que no nos posibilita actuar con
moderación? ¿Será la enorme desmesura que nos ciega y no nos permite ver las
cosas claras y transparentes? ¿Qué será? ¿Qué cosas serán las que no nos dejan aproximar
a lo que todos deseamos?
A través de los medios se ha instalado una guerra que nos
tiene de rehenes; de un lado, aquellos que apoyan al Gobierno y del otro, los
que lo defenestran. En una orilla, los K, en la otra, los anti K, en un costado
los positivos, en el otro, los derrotistas, en un borde, los que compartimos
muchas de las cosas que se han llevado adelante en estos 10 últimos años, reconociendo muchas otras que hay que corregir y revertir, en el
otro, los que herméticamente destierran todo lo realizado. Los extremos ultra
polarizados nunca son buenos, ni a favor, ni en contra y desde hace un largo
tiempo a esta parte, evidencio una acrecentada distancia divisoria entre los
que apoyan y los que desaprueban.
Observo, también, una gran agresividad y aunque cada uno
niegue o no lo reconozca, pareciera ser esa provocadora y violenta forma, la
única herramienta que disponen para combatir las acciones y maneras con las
cuales no están de acuerdo.
No quiero mencionar personajes mediáticos, actualmente muy en
boga, que todos conocemos, justamente, para no entrar en polémicas y controversias,
pero si pudiéramos alejarnos por un instante del apasionamiento y la ceguedad
que a veces produce el fanatismo, nos daríamos cuenta que el mensaje permanente
que difunden es sumamente agraviante, ofensivo e iracundo. Lamentablemente,
cuando se crean antinomias como las que vivimos en nuestra actualidad política,
se torna muy difícil que cada parte acepte a la otra, a consciencia y con
tranquilidad, por eso es casi utópico pensar que uno puede modificar el
pensamiento del otro con fundamentos y razones.
No comparto la ultra defensa y rechazo la ultra oposición,
sobre todo cuando la gente mal educada agravia, desacredita, ofende y los
medios periodísticos discrepantes al Gobierno y sus integrantes, generan
noticias, climas y estados constantes de desasosiego, inquietud y pesadumbre,
por no decir desestabilizadores, llevando agua para su molino y
encubriendo una conveniencia comercial, económica y de poder, que en
definitiva, terminará aprovechando y utilizando solo a su favor.
En cada votación, en cada elección popular tenemos la
oportunidad de expresar nuestro sentimiento político, podemos revalorizar todo
lo que se ha realizado hasta aquí o manifestar
la disconformidad al modelo y tengamos en cuenta que es un sufragio para elegir
legisladores, que deben cumplir con su rol y trabajo de asistir al Congreso
cada vez que se los requiere, porque para eso los votamos y no para concurrir cuando les viene en gana o según los proyectos y leyes que presenta tal o cual
partido.
Votemos conscientemente, con el sentido común, utilizando la
lógica, la sensatez, no “en contra de”, sino a favor nuestro y sepamos que en
nosotros está también, como ciudadanos, lograr un país mejor para TODOS, no
solo para ALGUNOS.
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