Quiero dejar en claro que estoy al
margen de todo enfrentamiento político, que sé discernir entre fanatismo y
entusiasmo, que entiendo que las pasiones, muchas veces, nos llevan a extremos
no queridos, que comprendo perfectamente bien la diferencia entre exaltación y
obstinación a fervor y fogosidad, que soy consciente que nuestro país tiene aún
muchas falencias sociales por resolver, y que a su vez también comparto muchas
acciones tomadas, como aciertos a lo largo de estos últimos 10 años de Gobierno.
No entiendo el odio indiscriminado, el fuerte desprecio con resentimiento, la
animadversión fóbica hacia una figura determinada, no colaboro a las ideas
amenazadoras, no me van las organizaciones desestabilizadoras, tampoco me gusta
la injusticia, mucho menos la pobreza, la ignorancia y la delincuencia, y menos
que menos la muerte.
Defiendo siempre los ideales desde el
razonamiento, el sentido común, el diálogo, el debate y nunca desde la agresión,
la provocación, la imposición y el abuso, hago uso cabal de mis derechos civiles con educación y
discreción, participo desde mi lugar de ciudadano y artista con respeto, atención,
tolerancia y consideración, ambiciono menos corrupción, contaminación e
impurezas, deseo fervientemente un país más igualitario, más honesto, más justo.
Y fundamentalmente, una nación sólida, una patria unida y una tierra nuestra,
de todos y para todos de verdad.
La carta que nuestra Presidenta
Cristina Fernández de Kirchner le envió al Primer Ministro de Gran Bretaña,
David Cameron, publicada en los diarios de Inglaterra “The Guardian” y “The
Independient”, nos enaltece como habitantes, seamos del partido político que
seamos, tengamos coincidencias o divergencias ideológicas, estemos o no de
acuerdo con el manejo gobernante actual.
Cristina, con gran sentido nacional,
respeto diplomático y ovarios bien puestos, insta a Cameron a “poner fin al
colonialismo” y “devolver las Malvinas”, indicándole que el Reino Unido debería
cumplir con una resolución de Naciones Unidas de 1960 en la que se invita a los
Estados a “zanjar el colonialismo en todas sus formas y manifestaciones”.
Le menciona además al Gobierno
británico y a la ONU ,
que deberían comenzar las negociaciones sobre la soberanía de las islas que “le
fueron quitadas a la fuerza” a Argentina “exactamente hace 180 años”, que las
Malvinas se encuentran a 14.000 kilómetros (8.700 millas) de Londres y que la Marina inglesa expulsó a
los argentinos que originariamente habitaban el archipiélago reemplazándolos
por británicos, “en un ejercicio evidente de colonialismo en el siglo XIX”.
Me desprendo de toda inclinación
política, me ubico como parte de este pueblo argentino y me siento orgulloso de
ser contemporáneo a este hecho soberano que Cristina promueve, ya que creo que
es hora de despojarnos de egocentrismos, ambiciones y aprovechamientos, aunque
muchos disientan con esta gestión de Gobierno votada por una mayoría, y
acompañen los reclamos históricos y legítimos de nuestro país.
Me sorprendí al leer en la carta el
dato del voto de los ingleses contra ellos mismos en 1965 donde “consideran a
las Islas Malvinas un caso de colonialismo” y seguramente les pasará lo mismo o
por lo menos les llamará la atención a los británicos que se interesen por
nuestro reclamo.
Una muy buena forma de empezar el año
como país, una excelente decisión de fortaleza e integridad nacional, un gran
ejemplo de tolerancia diplomática y una determinación valiente y valerosa que
prioriza nuestra soberanía ante quienes nunca la respetaron y abusaron históricamente.
Deseo que nadie confunda las cosas y
mezcle sus contrastes ideológicos para dar paso de una buena vez a la sensatez y el
discernimiento de apreciar un gesto trascendental y muy significativo para
nuestra Nación.
¡Felicitaciones, Argentina! ¡Enhorabuena, Señora Presidenta! ¡Mis respetos y agradecimiento ciudadano, Cristina!
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