Como casi todos los que circulamos por las
redes sociales, de vez en cuando, me pongo a leer los comentarios de algunas
publicaciones que repaso, mientras deambulo por el éter. Es increíble la
agresividad, la provocación y la crueldad que emplean algunos seres infames
que, amparados tras nombres de fantasía o entidades anónimas (algunos, también,
con nombre y apellido), vomitan pócimas del excremento que deben llevar por
dentro, no solo es sus esfínteres, sino, también, en sus mentes. Aunque a esta
altura de la vida, pocas cosas pueden sorprender, me asombra la podredumbre que
muchos tienen en su interior y la necesidad de volcarlo en Twitter, Facebook o
Instagram. Imagino sus repulsivos regocijos por decir cualquier cosa de
cualquiera, y creer que así, logran el indigno objetivo que intentan,
bastardeando, denigrando, difamando, calumniando, deshonrando y defecando por
internet. En todas las épocas hubo gente maligna y rastrera, pero tan
notoriamente repulsivos y expuestos como ahora, creo que pocas veces. Los
compadezco, sinceramente, porque además de cargar con sus miserables
subsistencias, deben tener que sobrellevar el peso de saberse, íntimamente, despreciables.
Y no está solo circunscripto al ámbito político, hablo en general. Los
compadezco, de verdad.
MOTIVO
Espacio dedicado a toda clase de comentario libre y espontáneo, despojado de intereses de cualquier tipo (y mujer)
martes, 20 de abril de 2021
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