Los años suelen no pasar en vano, todo lo que nos ha tocado en suerte vivir son experiencias y aprendizajes, que se van capitalizando en la medida que uno esté dispuesto a hacerlo. He sido muy feliz en las distintas etapas que hasta hoy transité: Niñez, adolescencia, juventud y adultez; espero poder continuar así hasta que me toque partir físicamente. He tratado de asimilar las cosas buenas y no repetir, las malas, aunque, a veces, uno tropieza dos veces con la misma piedra, o tres, o cuatro… Igualmente, todo se puede atesorar de buena manera cuando se le da prioridad al sentimiento y preponderancia al corazón. Una de las conclusiones más sustanciales que distingo en esta condenada pandemia que atravesamos, es la de certificar la idea que, después de la salud, lo más valioso que tenemos es el amor. Nada importa más que el amor. Insisto con el concepto, sin miedo a ser redundante. Ni el dinero que se obtenga, ni los logros profesionales, ni los elementos materiales, ni la notoriedad que se consiga, ni todo lo que nos han transmitido desde siempre, algunos que se rigen solo por las apariencias. A cualquier edad, sin importar la coyuntura, en toda circunstancia, lo más valioso y trascendental es el amor.
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