MOTIVO

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domingo, 20 de octubre de 2013

MADRE HAY UNA SOLA


Escribir sobre las madres en general o la madre de uno, en particular, es sumamente embarazoso, valga el juego y la inclusión del vocablo, ya que estamos refiriéndonos a quien nos da vida después de la gestación. En otras palabras, o con las mismas, pero de otra forma, puedo decir que hablar sobre las madres genéricamente o la madre propia, nos posiciona desde el vamos, en un espacio amoroso, en un lugar cálido y una zona sensible a nuestro corazón, ya que ellas, nos cobijan en su cuerpo durante nueve meses para después, una vez paridos, alimentarnos, protegernos, guiarnos, enseñarnos, acompañarnos y querernos por y para siempre.
Aunque las relaciones humanas son todas diferentes y ‘cada casa es un mundo’, diría mi abuela, la unión invulnerable de una madre hacia un hijo debe ser, seguramente, el  lazo más fuerte, sólido y persistente que todos tenemos.
Mamá nos da la teta. Mamá nos prepara la mamadera. Mamá nos hace dormir. Mamá no duerme por nosotros. Mamá nos abriga. Mamá nos acompaña. Mamá nos enseña. Mamá nos entiende. Mamá nos reta, pero también nos apaña. Mamá nos percibe, nos conoce como nadie. Mamá nos tolera. Mamá nos cuida. Mamá nos ‘inflama’, también, a veces. Mamá nos venera, nos quiere, nos ama. Y los que somos hijos agradecidos y bien aprendidos, a todo eso que hacen nuestras madres por nosotros, cuando el tiempo avanza, crecemos y nos hacemos adultos, se lo retribuímos como debemos, como queremos o en muchos casos, como podemos.
El amor de una madre es único, indescriptible e intransferible, aunque muchas veces discutamos, nos quejemos, molestemos y peleemos con ella.
Los días como hoy, donde socialmente se celebra “su” día, sirven fundamentalmente, más allá del festejo comercial de la ocasión y saber que los días de la madre son todos los días del año, es toda la vida, para valorar y remarcar, quizás concentradamente, lo que ella significa, lo que ella implica, lo que ella representa.
Las madres, las queridas “viejas”, como cariñosamente mencionamos muchas veces, son las que eternamente nos van a disculpar ante alguna acción errónea, nos justificarán si alguien nos juzga o sentencia, las que siempre estarán a nuestro lado, pase lo que pase, seamos como seamos y hagamos lo que hagamos.
Pappo sostiene en su emblemática canción “Mi vieja”: - “Nadie se atreva a tocar a mi vieja, porque mi vieja, es lo más grande que hay” -  y sin dudas que es así ; La ‘vieja’ es sagrada, es intocable, por eso, cuando niños, si alguno nos insulta u ofende a nuestra madre, la defensa es aguerrida, extrema, casi ciega, porque implícitamente estamos protegiendo, resguardando esa idea simbólica que posiciona a las madres en un lugar cuasi religioso, santificado, y hace que uno, interiormente, la sitúe en el lugar más importante del sentimiento amoroso. Después, más adelante, las novias, las esposas, otras mujeres, ocuparán un segmento de ese cariño, de ese afecto, de ese amor,  pero indudablemente, siempre, la ‘vieja’ será la ‘vieja’.
Los que aún tienen la suerte de disfrutarlas, tenerlas y quererlas, besenlas, abracenlas, demuestrenles su amor, porque no hay nada más lindo que devolverles algo de todo lo que nos dieron, con un abrazo, una caricia y un beso.
¡Feliz día a todas las madres! ¡Feliz día a mi madre, Celia! Y feliz día al recuerdo de las que ya no están físicamente, pero que viven de manera espiritual y perpetua en el corazón de sus hijos.
Con ternura, con cariño, con amor… ¡Feliz día, Mamá!

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